Clínicamente la depresión se entiende como une enfermedad en donde los estados de ánimo tienden hacia la tristeza y al infelicidad, y no se tiene en concreto una causa específica que la provoque. La soledad y la culpa pueden ser dos elementos que provoquen estados de ánimo que devengan en la depresión y en El sendero de los sueños de Angela Schanelec son el motivo para reflejar la historia que quiere contarnos.
Una pareja de jóvenes vacaciona por Grecia, es 1984 y se ganan la vida cantando en diferentes parques. Él es inglés, ella alemana. El viaje que bien podría funcionar para conocerse mejor, se ve interrumpido cuando estrepitosamente él se ve obligado a regresar a su país porque su madre está enferma, ella, sin saber lo que ha sucedido se ve obligada a seguir con sus planes de vida sin detenerse a esperar alguna noticia de su novio.
En el Berlín moderno, una mujer se ve en la necesidad de pedirle el divorcio a su esposo pues ya no la está pasando bien a pesar de que el marido aún quiere continuar con la relación. Entre ellos está su hija, quien sólo se limita a observar los cambios por los que atraviesa la relación de sus padres.
Schanelec nos propone en esta cinta un par de historias totalmente dispares en donde el elemento que las emparenta son los constantes cambios en el ánimo de los personajes, quienes a su vez encuentran en la depresión una forma de liberar el resto de la sensaciones y preocupaciones que los aquejan. En este sentido la cineasta se esfuerza por contar historias que se logran entrelazar (que no por eso una influye en la otra) gracias a este factor en común.
Esta enfermedad es presentada en los personajes a través de interpretaciones que alcanzan un buen nivel, en donde cada uno de ellos es azotado y refleja la situación de crisis por la que atraviesa a través de los cambios en el aspecto físico, en donde lo más relevante de la cinta recae en ver cómo cada uno de ellos va siendo devorado por los sentimientos de soledad, culpa o tristeza que cargan en sus espaldas y que la única evolución o salida posible es derigirse y caer en más soledad, más culpa y más tristeza derivado de la manera en que enfrentan a la vida. Esta evolución es bien alcanzada por cada uno de los actores.
La cinta se compone de encuadres de larga duración, con movimientos de cámara escasos y en donde lo más importante no es generar una serie de acciones que se complementen y cuenten una historia normal, sino el reflejar la situación y la forma en que la interpreta y vive cada uno de los personajes. En este aspecto se busca darle cierto ritmo lento que ayude a generar incertidumbre en el espectador.
Sin embargo, la cinta en muchas ocasiones se vuelve tediosa, brinda saltos espacio-temporales imprevisibles en donde si no se está atento para interpretar lo que ha sucedido es fácil perderse. Esta serie de saltos, al mismo tiempo se contrasta con algunas escenas en donde lo principal es lo cotidiano (acciones que se realizan en el tiempo en que se harían en la vida real, algunas de ellos incluso con más calma) que alargan la cinta sin aportarle grandes rasgos a la trama o planteamiento principal.
La cinta difícilmente va más allá de mostrar las situaciones críticas por las que atraviesa cada personaje, no se esfuerza por hacer entendibles las acciones, por el contrario, se encierra en sólo observar lo que sucede con sus personajes y cómo reaccionan a lo que los ha aquejado por cierto tiempo, no vemos que ninguno de ello se esfuerce por intentar un cambio (a pesar de lo diferentes que son psicológicamente) y parece que gozan de regodearse en su tristeza.
La fotografía es uno de los elemento que se mantiene en buena forma durante toda la cinta, se ilumina con elementos mínimos, respetando el ambiente con el que cuenta cada uno de los escenarios, lo cual brinda un realismo mayor a cada una de las acciones. Si bien no se detiene en crear atmósferas, por lo menos complementa las crisis y momentos de soledad por los que atraviesa cada personaje.
El sendero de los sueños es una cinta que tiene su mayor virtud en la manera de reflejar a cada uno de los personajes y las luchas internas por las que atraviesan, se puede aseverar que es desesperante y hasta asfixiante el ver lo bien logrado que está el reflejo de la depresión en cada uno de los rostros de los personajes. Sin embargo, la cinta peca en sus intenciones de ser poética al ser tan pausada y dar saltos en la narrativa tan largo y tan poco previsibles que pueden generar en el espectador cierto tedio por los espacios tan largos que no son tan fáciles de llenar derivado de la falta de elementos que se le dan. Una cinta que busca una interpretación diferente en la mente de cada espectador derivado de sus propias experiencias, pero que por lo mismo se vuelve difícil de ver.
El sendero de los sueños, Angela Schanelec, Alemania, 2017, 76 mins. Con: Miriam Jakob, Thorbjörn Björnsson, Maren Eggert, et. al.
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