Por: Manuel Hernández-Samperio.
El estilo de Michael Haneke nos tiene acostumbrados a las historias en donde un suceso estruendoso le da la vueltas historias y provoca que se decante por finales en donde la felicidad es lo último que puede venir a la mente del espectador. A lo largo de su cinematografía podemos encontrar que hay algunos temas que se han vuelto una obsesion constante: la muerte y en ella, el suicidio, la crítica a la burguesía y en el caso de Un final feliz, además de ellos, se incluye la migración.
En Calais habita la familia Laurent, quienes viven junto a los campamentos de refugiados y que han amasado su fortuna desarrollando una empresa que se dedica a la construcción. Georges, el padre de la familia sólo espera el momento de morir, por otro lado están sus hijos Anne y Thomas. Anne tiene que lidiar con un hijo al que nunca le ha costado nada,que no sabe trabajar, pero que por su edad se perfila a ser el heredero de la empresa familiar.
Por su parte Thomas, lidia con su nueva esposa, quien acaba de darle un hijo, su amante a quien debe mantener en secreto a pesar de la pasión que los envuelve y, por si fuera poco, con el regreso de su hija Eve, quien tras una enfermedad de su madre se verá obligada a mudarse a la mansión de la la familia paterna. Estos elementos se mezclarán en una historia en donde las apariencias pesan más que la propia unión y el respeto familiar.
La cinta de Haneke nos plantea una reflexión a la clase media europea, en ella se refleja la doble moral que en más de una ocasión ha sido cuestionada debido a que las acciones que emprenden son diferentes a la retórica, los discursos y las apariencias que se lanzan hacia la sociedad. A lo largo del filme se irán descubriendo los secretos y la manera de ver la vida de cada uno de los integrantes de la familia. El padre que sólo espera la muerte y que ve con claridad la situación por la que atraviesan sus descendientes, se encuentra con una nieta que también tiene ciertas pulsiones destructivas, esta temática es la que lleva el mayor peso en la trama, pues gracias a estos dos personajes es que se derivan algunos conflictos que intentarán resolverse.
Sin embargo, el guión propone otras temáticas, como el caso de los trabajadores y la desventaja en la que se encuentran ante las leyes laborales que usualmente favorecen a quienes más dinero tienen, o el caso de la migración, abordada desde la mirada del futuro heredero quien también tiene consciencia de la clase social en la que se desenvuelve e intenta, en diferentes ocasiones (muchas veces infructuosas) visibilizar a esta gente.
Las diversas subtramas avanzan en de manera simultánea, derivando en una serie de enredos en la familia, pero que al mismo tiempo permite el desarrollo de cada personaje dando como resultado que los personajes sean congruentes y que sus situaciones ayuden a abrumar al espectador para prepararlo hacia un final que no desentona con el estilo del director.
Y refiriéndonos al estilo del director, encontramos que en el aspecto técnico hay varios elementos que suelen aparecer en sus filmes: los seguimientos de un personaje por la calle, o algunas escenas en donde el espectador es privado de los diálogos, pero que se resolverán en un futuro gracias a acciones posteriores.
También se echa mano de elementos derivados de los nuevos medios de comunicación, en algunas ocasiones derivado del choque generacional que existe en la historia y otras del simple uso cotidiano que se les da a los aparatos, nos encontramos así con un videobloggero, con los chats de la aventura que tiene Thomas o con el mismo final en donde al mismo tiempo se pone de manifiesto que la sociedad en general sigue siendo morbosa y le siguen gustando los eventos donde suceden desgracias.
La más reciente cinta de Haneke es una crítica constante a la sociedad burguesa que se ha desarrollado y beneficiado, en muchas ocasiones a costillas de trabajadores, migrantes y gente obligada a vender su trabajo, pero que al mismo tiempo tiene que guardar las apariencias en un mundo que le exige ciertos códigos de conducta para pertenecer a él. Además se incluyen algunas referencias a su anterior trabajo, Amor, con la que se hermana gracias a una serie de cuestionamientos y temáticas: el suicidio, la vejez, la muerte, y a la que se menciona a través de los diálogos. Si bien el conjunto de subtramas en ocasiones puede quitarle poder a la trama, sí podemos apuntar que en ella se presenta una condensación y confirmación del trabajo del director austriaco.
Un final feliz, Michael Haneke, Francia-Alemania-Austria, 2017, 107 mins. Con: Isabelle Huppert, Jean-Louis Trintignant, Mathieu Kassovitz, et. al.
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