viernes, 23 de marzo de 2018

La maldición de Thelma. La delgada línea entre la locura y el diablo.

Por: Manuel Hernández-Samperio.

Las enfermedades mentales y las situaciones sobrenaturales han sido relacionadas en muchos momentos de la historia. Uno de los aportes de Sigmund Freud fue el de encontrar un nombre para los ataques histéricos femeninos y por ende comenzar a tratar de manera clínica lo que antes era considerado como una posesión demoniaca. La maldición de Thelma de Joachim Trier, juega con esta relación histórica para plantearnos su propuesta.

Thelma (Eili Harboe) es una joven que ha crecido con una educación muy apegada a la religión cristiana, sin embargo, su vida comienza a tener algunos cambios cuando tiene que moverse a la ciudad para poder estudiar la universidad. En este lugar sus creencias y la manera en que ha crecido comenzarán a ser cuestionadas gracias a la vida que la gente de su edad lleva, en donde las libertades y las costumbres son diferentes.

Al mismo tiempo que eso sucede, Thelma será víctima de ciertos eventos sobrenaturales, en donde se contrastarán ideas diferentes sobre el origen de los mismos, mientras por un lado se busca darle una explicación científica, también existe la posibilidad de que no haya una explicación aparente, lo cual la acompañará por diferentes situaciones.

La propuesta de Trier nos presenta una historia que deambula en diferentes géneros y no se consolida en ninguno. Retoma elementos del thriller y el terror a través de diferentes sucesos sobrenaturales, pero al mismo tiempo coquetea con el drama que implica el cuestionamiento de todo el trasfondo en que la protagonista ha crecido.

La película cuenta con elementos como actuaciones bien logradas que transmiten las intenciones del director pues cada uno de los actores logran meterse en sus papeles, destacando en especial Eili Harboe quien es víctima de diferentes eventos, ataques, fantasías y en todo momento logra darle verosimilitud.

La fotografía es otro elemento trascendental para la historia, pues no sólo sabe aprovechar las locaciones y los recursos que cada una le da para, sino que a partir de ello crea atmósferas que acompañen las acciones de la protagonista. Además, se aprovechan en buena medida los elementos propios de la región nórdica para complementar, así tenemos que hay una constante que tiende a los colores azules (fríos) e incluso pálidos que le dan un toque lúgubre.

Junto a estas atmósferas también se encuentran los movimientos de la cámara, los cuales le dan a la cinta un ritmo lento, con movimientos mínimos que se realizan de manera sutil, casi imperceptible y que van en concordancia con la manera en que se presenta la historia, gracias a ello, el director lleva de la mano al espectador para que se adentre en el mundo que le propone.

Sin embargo, y a pesar de todos esos elementos, la historia por sí misma nunca logra afianzarse, como se mencionó en un inicio, la cinta deambula por diversos géneros y al mismo tiempo nunca termina por establecer una causa o una explicación a los ataques que sufre su protagonista. Si bien ocupa diferentes elementos en donde la fantasía y la imaginación se mezclan con la realidad, se vuelven inconexos, además batalla con un final muy precipitado en donde todo busca resolverse de manera abrupta y sin llegar a una conclusión específica.

La maldición de Thelma es una cinta que está muy bien lograda en el aspecto visual y técnico; mediante una narrativa que se toma su tiempo para llevar de la mano al espectador logra introducirlo en la vida de su protagonista, sin embargo, cuando tiene que amalgamar todo lo que ha planteado, comienza a perderse entre las diferentes vertientes que ya ha ido proponiendo, lo cual al mismo tiempo deriva en una final sin fuerza y hasta precipitado, sin duda estética y visualmente bello, pero la historia no termina por asentarse.

La maldición de Thelma, Joachim Trier, Noruega, 2017 116 min. Con: Eili Harboe, Kaya Wilkins, Henrik Rafaelsen, et. al.


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