Por: Manuel Hernández-Samperio.
Las vidas y muertes de los artistas que trascienden el
tiempo suelen estar llenas de misterios, mitos, leyendas e historias paralelas
que contribuyen a ensalzar sus figuras. El caso de Vincent Van Gogh es uno de
ellos, con sólo señalar que durante toda su vida pudo vender una de sus
creaciones y que el reconocimiento vino tras su muerte, tenemos el inicio de
una biografía bastante interesante. Cartas de Van Gogh indaga en este hecho y lo
hace de manera sublime.
Un año después de la muerte de Van Gogh, Armand Roulin es
comisionado por su padre para llevar una última postal al hermano de Vincent, la cual no pudo ser entregada por el correo común. Aún con su
negativa Armand decide emprender el viaje en donde descubrirá que el hermano de
Van Gogh murió algunos meses después.
Teniendo la posibilidad de regresar, se propone llevar esa
carta con el último doctor que atendió a Vincent, en donde pronto se verá
envuelto en el misterio que rodeaba a la vida y sobre todo, a la muerte del
pintor, y en donde buscará darle una explicación lógica
a su deceso.
Dirigida por Dorota Kobiela y Hugh Welchman, la cinta
envuelve al espectador en su historia conforme le presenta detalles y misterios que han pululado alrededor de la historia del pintor
holandés, y sobre todo de las hipótesis alrededor de su muerte. Es preciso
decir, que la cinta se desenvuelve de manera biográfica, y no obliga al
espectador a tener conocimiento sobre este tema o sobre el protagonista, ya que
a lo largo del guión se van desentramando diferentes hechos que ponen en
contexto al personaje.
En el filme interactúan dos tipos diferentes de animación, la más simple es el haber tomado algunas escenas filmadas para la
cinta y sobreponer una técnica de lápiz sobre ellas, las cuales son
empleadas
durante los flashbacks, en donde se presenta a un Vincent con vida. La otra
técnica, se basó en el uso de cuadros, pintados a mano con óleo en donde se
trató de obtener un estilo semejante al del pintor, que están muy bien logrados
y que son empleados para contar la historia de Armand Roulin.
Este estilo visual se impone a la propia historia, pues es
inspirado en los cuadros del mismo pintor que fue dando vida al entorno en
donde el artista vivió y a la gente que lo rodeaba, sin embargo, la trama
enfrenta pequeños problemas, uno de ellos es el de hacer avanzar demasiado
pronto las acciones, sin dar tiempo a que se desarrolle más un clima de tensión que cree una atmósfera que envuelve una muerte misteriosa.
Otra de ellas es el empleo de algunas secuencias que en lo
general terminan por no aportar a la trama general, algunas conversaciones que
no aclaran ni definen nada y que en ocasiones son interrumpidas por alguna acción del personaje principal dejando en suspenso diferentes narraciones o datos.
Cartas de Van Gogh es una cinta con diferentes aristas y que debe ser apreciada por la complejidad que implica la técnica que se utilizó para generar la historia, es cierto que tiene algunos tropiezos a lo largo de la trama, pero todo queda de lado cuando el espectador se va adentrando en los cuadros del pintor que fuera reconocido como el padre del modernismo. La belleza de cada fotograma, la vuelven un filme referente y obligatorio en el área de la animación y del arte.
Cartas de Van Gogh, Dorota Kobiela, Hugh Welchman, Reino Unido-Polonia, 2017, 94 min. Con: Douglas Booth, Robert Gulaczyk, Eleanor Tomlinson, et. al.
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