El duelo por la pérdida de alguna persona, representa, entre otras cosas, la tristeza de quienes se quedan y deben a pesar de la ausencia, afrontar la vida. Bajo la premisa del dolor causado surge El limonero real, película argentina dirigida por Gustavo Fontán y basada en la novela homónima, escrita por Juan José Saer.
Fontán nos sitúa en la vida cotidiana de una familia que se encuentra planeando una reunión, a la que una pareja ha sido invitada, sin embargo, Ella, la mujer de dicha pareja se resiste a acudir. Las cosas podrían entenderse sencillamente, de no ser porque la renuencia se debe a la reciente pérdida de su primogénito.
Con esta situación, se acompañará a los personajes en la búsqueda de superar ese duelo, ante la siempre latente duda de si este objetivo realmente algún día pueda lograrse.
Los conflictos cinematográficos para esta producción surgen a montones. En un inicio pareciera que el propósito es construir suspenso alrededor de la actitud de Ella, sin embargo al explicar el motivo de su ausencia (y la forma en que se lleva a cabo dicha explicación) no hay sorpresa alguna, además de que esta situación nunca logra situarse como un aspecto importante para la película.
El desarrollo de personajes representa un conflicto más pues aunque en su mayoría la historia se centra en el marido de Ella (al menos es quien guía la secuencia de hechos), no hay claridad en cuanto a su importancia ni los motivos que le atormentan o que le vuelven el eje central. En contraste, se presentan muchos otros personajes que si bien se entiende que forman parte de la familia que se prepara para la reunión, no van más allá de personas a cuadro sin relevancia alguna, mientras aquellos de quienes podemos saber algunos detalles más, quedan inconclusos.
Aunado a lo anterior, la cinta lleva un ritmo lento, el estilo contemplativo del director poco a poco orilla a la audiencia a la desesperación, para finalmente concluir, en buena medida, en el aburrimiento.
Ante este punto, la fotografía es uno de los elementos rescatables del filme y es que si bien, en muchas escenas cumple con la mera función de mostrar la acción, en otras muestra de buena forma paisajes naturales, haciendo buen uso de la iluminación e incluso presentando propuestas visuales interesantes, tal es el caso de las tomas bajo el agua en donde el uso del espacio ambiguo y el diseño sonoro crea tensión en el espectador de manera efectiva. A pesar de ello, tras esa buena secuencia de encuadres, se vuelve a la narrativa casi nula y el estilo contemplativo y tedioso.
En cuanto a los aspectos técnicos, el sonido se erige como el principal distractor pues en repetidas ocasiones interrumpe la atención al parecer ser un doblaje que además carece de sonido ambiental, impidiendo con ello, que el público se adentre en la atmósfera en que se desempeña la acción.
Finalmente la nula narrativa complica el desarrollo de la película ante la audiencia pues a pesar de contar con algunos instantes visualmente atractivos, la constante falta de diálogos no permite la creación de una historia bien definida. En conjunto, la falta de un clímax y un desenlace irrelevante terminan por dejar a la cinta en deuda con el espectador.
Es así como El limonero real al carecer de una historia bien definida, de un buen desarrollo de personajes y de un mensaje qué transmitir, convierte su presentación en 77 largos y tediosos minutos fáciles de olvidar.
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