martes, 18 de julio de 2017

El discípulo. Entre Darwin y Dios.

Por: Manuel Hernández-Samperio.

Hablar de religión, cualquiera que esta sea, siempre causará polémica, ya que es muy fácil caer en radicalismos pues en esta cuestión de creencias todos quieren tener la razón. Hay infinidad de ejemplos que demuestran que la pasión por las ideologías religiosas pueden salirse de control en cualquier momento, los más evidentes se hacen notar cuando hay algún atentado o una guerra. El discípulo es una muestra más de ello.

En un poblado ruso, Veniamin (Petr Skvortsov) un adolescente que tienen a Biblia como ejemplo espiritual y guía de vida comienza a cuestionar la forma en que se les enseña en la escuela y la manera en que actúan algunas de sus compañeras. Escudado en sus creencias hará todo lo posible por imponer lo que considera que es lo mejor, al grado de buscar hacer algún milagro para que la gente se convenza.

La escuela no termina de darle la razón, pero tampoco se decide a apoyar a la única maestra que busca hacerle frente: la maestra de biología (Victoria Isakova). Esta guerra entre la ciencia y la religión desatará que cada uno de los personajes busque realizar acciones más radicales para desacreditar al otro.

La cinta dirigida por Kirill Serebrennikov, se antoja como una crítica no sólo a las personas comunes y corrientes que van con la bandera de su religión buscando imponer una forma de pensar, sino
también (y por ello retoma gran fuerza) es una crítica a la sociedad actual rusa, de quienes sabemos que son católicos ortodoxos y de quienes algunas noticias que nos llegan recaen en los excesos provocados por la religión, como la discriminación a la comunidad LGBTTTI, por nombrar alguno.

Pero además de la crítica realizada, la forma en que el relato es contado es de destacarse, pues en buena medida echa mano del recurso del plano secuencia que tiene como objetivo el hacernos partícipes de la historia, gracias a una cámara que va encontrando su camino entre los alumnos de la clase o en como un habitante más dentro de la casa de Veniamin o como uno más de aquellos inquisidores de la maestra de biología.

Este manejo de la cámara se sentiría hueco si no fuera por las buenas actuaciones que van rellenando
cada uno de los encuadres, así, vemos a un Veniamin al que no le interesa lo que piensen los demás y que difícilmente se dejará arrastrar al pecado, mientras que por el otro, su maestra Elena (biología) quien busca ser más sobria, termina por se llevada a un punto en donde buscará derribar a toda costa las creencias del muchacho.

Con un guión que propone la idea de confrontar ideas diametralmente opuestas, la historia vas desenvolviéndose en buena forma, con diferentes provocaciones provenientes de algunos personajes secundarios que ayudan a hacerla avanza y cargada con un humor negro que se antoja divertido en diferentes puntos de la cinta. Además, apoyan buena medida de los diálogos del personaje protagonista con las citas de lo que pronuncia apareciendo en la pantalla, reflejo de mucha gente que va por el mundo pregonando sus creencias y citando en dónde se pueden encontrar.

La iluminación corresponde al lugar en donde se desarrolla la historia, por el lugar geográfica, los colores de la misma tienden a ser muy blancos en sus exteriores, de cualquier forma están bien
manejados. Otro elemento a destacar es la música, al cual puede ser tan contrastante como las ideas que se confrontan y que en su conjuntos se sienten como una buena selección.


El discípulo es una cinta con gran carga tanto ideológica como visual, hace bien en fungir como una crítica a una sociedad que se radicaliza con las ideas de sus líderes, y de rebote caer en tantas otras sociedades, que en tiempos de crisis se amarran a las creencias más que a los hechos. Bien actuada y bien dirigida es una película que no debería ser ignorada.

El discípulo, Kirill Serebrennikov, Rusia, 2016, 118 min. Con: Petr Skvorstov, Victoria Isakova, Aleksandr Gorchilin, et. al. 


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