Hablar de religión, cualquiera que esta sea, siempre causará
polémica, ya que es muy fácil caer en radicalismos pues en esta cuestión de
creencias todos quieren tener la razón. Hay infinidad de ejemplos que
demuestran que la pasión por las ideologías religiosas pueden salirse de
control en cualquier momento, los más evidentes se hacen notar cuando hay algún
atentado o una guerra. El discípulo es una muestra más de ello.
En un poblado ruso, Veniamin (Petr Skvortsov) un adolescente
que tienen a Biblia como ejemplo espiritual y guía de vida comienza a
cuestionar la forma en que se les enseña en la escuela y la manera en que
actúan algunas de sus compañeras. Escudado en sus creencias hará todo lo
posible por imponer lo que considera que es lo mejor, al grado de buscar hacer algún
milagro para que la gente se convenza.
La escuela no termina de darle la razón, pero tampoco se
decide a apoyar a la única maestra que busca hacerle frente: la maestra de
biología (Victoria Isakova). Esta guerra entre la ciencia y la religión
desatará que cada uno de los personajes busque realizar acciones más radicales
para desacreditar al otro.
La cinta dirigida por Kirill Serebrennikov, se antoja como
una crítica no sólo a las personas comunes y corrientes que van con la bandera
de su religión buscando imponer una forma de pensar, sino
también (y por ello
retoma gran fuerza) es una crítica a la sociedad actual rusa, de quienes
sabemos que son católicos ortodoxos y de quienes algunas noticias que nos
llegan recaen en los excesos provocados por la religión, como la discriminación
a la comunidad LGBTTTI, por nombrar alguno.
Pero además de la crítica realizada, la forma en que el
relato es contado es de destacarse, pues en buena medida echa mano del recurso
del plano secuencia que tiene como objetivo el hacernos partícipes de la
historia, gracias a una cámara que va encontrando su camino entre los alumnos
de la clase o en como un habitante más dentro de la casa de Veniamin o como uno
más de aquellos inquisidores de la maestra de biología.
Este manejo de la cámara se sentiría hueco si no fuera por
las buenas actuaciones que van rellenando
cada uno de los encuadres, así, vemos
a un Veniamin al que no le interesa lo que piensen los demás y que difícilmente
se dejará arrastrar al pecado, mientras que por el otro, su maestra Elena
(biología) quien busca ser más sobria, termina por se llevada a un punto en
donde buscará derribar a toda costa las creencias del muchacho.
Con un guión que propone la idea de confrontar ideas
diametralmente opuestas, la historia vas desenvolviéndose en buena forma, con diferentes
provocaciones provenientes de algunos personajes secundarios que ayudan a
hacerla avanza y cargada con un humor negro que se antoja divertido en
diferentes puntos de la cinta. Además, apoyan buena medida de los diálogos del
personaje protagonista con las citas de lo que pronuncia apareciendo en la
pantalla, reflejo de mucha gente que va por el mundo pregonando sus creencias y
citando en dónde se pueden encontrar.
La iluminación corresponde al lugar en donde se desarrolla
la historia, por el lugar geográfica, los colores de la misma tienden a ser muy
blancos en sus exteriores, de cualquier forma están bien
manejados. Otro
elemento a destacar es la música, al cual puede ser tan contrastante como las
ideas que se confrontan y que en su conjuntos se sienten como una buena selección.
El discípulo es una cinta con gran carga tanto ideológica
como visual, hace bien en fungir como una crítica a una sociedad que se
radicaliza con las ideas de sus líderes, y de rebote caer en tantas otras
sociedades, que en tiempos de crisis se amarran a las creencias más que a los
hechos. Bien actuada y bien dirigida es una película que no debería ser ignorada.
El discípulo, Kirill Serebrennikov, Rusia, 2016, 118 min. Con: Petr Skvorstov, Victoria Isakova, Aleksandr Gorchilin, et. al.
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