viernes, 23 de junio de 2017

Fausto. Cambiar el pasado sin importar las consecuencias.

Por: Manuel Hernández-Samperio (@costas989).

La paradoja del tiempo ha sido retomada en diferentes ocasiones tanto en la literatura como en el cine. La fascinación del ser humano por viajar en el tiempo y poder conocer o cambiar algunas cosas del pasado (o en su defecto, del futuro) ha derivado en diferentes historias aunque en el cine mexicano eso no sucede muy a menudo. Fausto es una muestra de ello y una propuesta que se torna interesante conforme su historia comienza a desarrollarse.

Fausto es un pintor cuya trayectoria lo ha hecho destacar en el ámbito cultural, sin embargo, la persecución de sus sueños ha dejado de lado los de su esposa Ana, quien considera que su vida se ha vuelto vacía y quien una noche toma la decisión de suicidarse. Ante esta noticia Fausto, en busca de algún consuelo, regresa al pueblo del que ambos escaparon años atrás.

La magia del lugar llevará a Fausto a través del tiempo hasta unos días antes de haber tomado la decisión de escapar con su novia, decidido a cambiar algunas cosas en su vida, para evitar el suicidio a largo plazo, intentará convencer a su versión adolescente de hacer las cosas bien, provocando con sus intenciones, algunos problemas que podrían llegar a ser mortales.

La propuesta de José Julián Vázquez deviene en una historia que va envolviendo al espectador gracias a que sabe presentarle, por pequeñas dosis, la información que hace avanzar la historia. Una vez cometido el suicidio poco a poco nos vamos familiarizando con cada uno de los personajes y con una sociedad que cincuenta años después de lo que se propone poco ha cambiado en el aspecto de las apariencias y las costumbres que se tiene sobre el destino de las mujeres, este tipo de situaciones nos hace comprender, al mismo tiempo, las decisiones que se tomaron en su momento. 

El guión sabe, además, llevarnos del drama al thriller manejando de buena forma los diferentes puntos de tensión y tratando la historia para llevar a una suerte de dos finales, uno en cada época
y para cada Fausto, aunque hacia el final, uno de ellos termina por ser bastante convencional. 

Las actuaciones son contrastantes, mientras ambos Faustos están muy bien interpretados por Juan Carlos Barreto y Pablo Astiazarán (joven), por otro lado el papel de Ana joven realizado por Odalys Ramírez tiene algunas deficiencias, especialmente cuando tiene que decidir su futuro, pues muestra muy poca versatilidad en sus reacciones e interpretación. El resto del reparto hace un trabajo  

La cinta se enfrenta con el reto de lograr una ambientación en los años sesenta, la cual por momentos evita gracias al uso continuo de planos cerrados, de forma que no podamos ver la época actual del lugar, pero en otras ocasiones es difícil de creer ya que el vestuario es acorde a la época planteada. 

El ritmo de la película sabe adaptarse a cada una de las situaciones, mientras en la primera etapa de la cinta predominan los planos largos, con movimientos sutiles, en la segunda etapa (viaje en el tiempo) se adapta a planos más cortos y mayor movimiento, tanto en la cámara como en las acciones que lleva, lo cual se complementa con el montaje y combina con el ya mencionado buen manejo del suspenso y de los puntos de tensión. 

Fausto es una propuesta que se torna interesante en cuanto a la historia que propone, el buen manejo del ritmo y del suspenso hacen que el espectador se enganche y tenga simpatía por los personajes, si se hacen a un lado los pequeños errores en las actuaciones y la ambientación se está frente a una cinta que entretiene y mantiene la tensión pues a pesar de que el espectador conoce un final de antemano (el escape de la pareja porque llegaron juntos a la vejez) se van dando diferentes giros que provocan suspenso.

Fausto, José Julián Vázquez, México, 2017, 114 min. Con: Juan Carlos Barreto, Pablo Astiazarán, Odalys Ramírez, et. al.


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