Por: Manuel Hernández-Samperio
La iglesia católica
se encuentra en crisis. La mayor parte de sus adeptos ha comenzado a
cambiar de religión, o simplemente ya no se siente atraído por lo que
propone y promete aquella que tiene su sede en el Vaticano. Con un Papa
que parece modernizarse, parece ser uno de los últimos llamados para rescatar el prestigio y volver a agrupar a sus creyentes. Si dios quiere, alejado hasta cierto punto de la propaganda, retoma el catolicismo para presentarnos una trama en donde la comedia sabe acompañar a la fe dando como resultado una historia divertida.
Pietro (Alessandro Gassman) es
un sacerdote al frente de una iglesia que parece comprender el problema
que enfrenta y ha logrado atraer a los jóvenes con sermones
actualizados, contándolos con un estilo atractivo, entendiendo los
problemas que enfrentan como generaciones nóveles y por qué no,
atrayéndolos por el estilo desenfadado con el que toma la vida: es motociclista por mencionar lo mínimo.
Su influencia ha llegado al punto que Andrea (Enrico Oetiker), hijo de un médico y destinado a seguir los pasos de Tomasso (Marco Giallini), su padre, se ha rebelado y ha decidido dejar la escuela para convertirse en cura. Esto no caerá en gracia en lo mínimo en Tomasso quien hará todo lo posible por hacer recapacitar a su hijo, sin importarle llegar a las últimas consecuencias.
El guión de a cinta dirigida por Edoardo Maria Falcone, nos presenta una diversidad de personajes que contrastan entre sí conforme se van estructurando, parte enfrentar a la iglesia con la medicina, y de ahí nos presenta a un sacerdote que además de motociclista es un exconvicto convertido (lo cual no suele verse) y por el otro lado nos presenta a Tomasso, padre de familia que no cree en dios
y cuya familia se empieza a resquebrajar, con una esposa que le pide el
divorcio y una hija casada con un hombre que no termina de agradarle.
La primera parte del filme transcurre de manera vertiginosa, apoyada de una edición dinámica
que le imprime buen ritmo y que hace ver a la comedia, que es el
platillo principal, como un recurso muy bien empleado. Las aventuras de
ambos antagonistas y la forma en que cada uno busca tener la razón (más Tomasso
que Pietro) los llevan a inventar cualquier excusa, lo cual seguramente
provocará interés en el espectador. Sin embargo, ya al inicio decíamos
que se alejaba hasta cierto punto de la propaganda, y es que hacia el
final, la historia comienza a dar algunos giros que terminan por hacerla
caer en ciertos adoctrinamientos tanto religiosos como morales, y en
donde lejos de lo propuesto al inicio se busca dejar una enseñanza.
El trabajo actoral es bueno, congruente con el género de comedia en el que se basa la cinta, y acorde a lo que cada personaje tiene como
finalidad dentro de la historia, se debe mencionar que se logran
desarrollar personajes con los que el espectador puede identificarse, o
al menos, sentir cierta cercanía en su vida diaria con ellos.
La cinta muestra algunos detalles más en el aspecto técnico, echa mano de un leit
motiv para cada vez que aparece el sacerdote en escena, lo cual va ayudando a la identificación
del personaje, aunque esto no le aporta nada a la narrativa, por otro
lado muestra algunos detalles en la continuidad en las acciones de
diferentes escenas dotados por la edición.
No se puede buscar en Si dios quiere, una crítica extenuante al papel que desempeña la iglesia en la actualidad (acaso se muestran guiños de ello) y hacia el final es imposible no sentir ese halo aleccionador sobre la familia, o incluso, hacia dios, pero es una cinta que cumple con el objetivo de entretener, con buenos momentos de comedia y con una buena narrativa que en ningún momento dejan caer a la trama.
Si dios quiere, Edoardo Falcone, Italia, 2015, 87 min. Con: Marco Giallini, Alessandro Gassman, Enrico Oetiker, et. al.
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