Por: Manuel Hernández-Samperio.
Un empleo puede convertirse en la vida de una persona si es lo único a lo que se dedica o en un caso contrastante, si no tiene algo que lo apasione más. El árbol del abuelo o El olivo, como se llamó en España de donde procede el filme dirigido por Icíar Bollaín, es una muestra de ello.
"Yayo" es un viejo que ha dedicado su vida a cuidar de los olivos que le han sido heredados y que inevitablemente heredará a su familia. Sin embargo, las cosas cambian cuando, por decisiones financieras, sus hijos deciden vender uno de los árboles. Desde ese momento, en lo que parece una estrategia entre voluntaria y forzada por el dolor, dejará de hablar.
Algunos años después, Alma (Anna Castillo) está segura que la condición de su abuelo ha sido ocasionada por el duelo que vive debido a la ausencia del árbol. Todo se agrava cuando Yayo decide no comer más y ante la inminencia de la muerte del abuelo, Ana decidirá traer el olivo de vuelta, con la esperanza de que su abuelo recupere las ganas de vivir y sin importar a quién tenga que enfrentar en su aventura.
La historia narrada por Icíar Bollaín tiene poco de innovadora, pero a cambio nos ofrece a un par de personajes que durante su desarrollo se van volviendo entrañables, desembocando en una conexión con el espectador (especialmente por el personaje de Alma) que termina por llevarlo de la mano a través de la historia hasta su desenlace.
Alma, quien en su ímpetu juvenil cree que puede lograrlo todo no escatima en los intentos por cumplirle una voluntad, no mencionada, a su abuelo, lo cual la meterá en diferentes problemas algunos provocados por su forma ingenua de ser, y otros más porque la misma vida tiene que enseñarle que no todo es posible, menos aún cuando se trata de enfrentarse a empresas que tienen gran poder.
La interpretación realizada por Anna Castillo es una de las cartas fuertes de la cinta, refleja el porqué del reconocimiento como actriz revelación en la reciente entrega de los premios Goya, pues su papel de joven idealista contrasta con el resto de la familia, quien en un principio le niega el apoyo y de quien sólo un tío, agobiado por sus crisis sentimentales, saldrá a ayudarle.
El guión tiene dos vertientes, por un lado propone una historia que se cuenta sin dificultades, de forma amena, echando mano de situaciones de comedia, voluntaria e involuntaria y con gran habilidad para hacer avanzar la trama. Sin embargo, plantea algunas situaciones que ya se han visto en infinidad de ocasiones, lo cual vuelve predecibles la gran mayoría de las acciones una vez que se han embarcado en la aventura de buscar el árbol.
El uso de la cámara es otro elemento a destacar, pues apoya a la narración de la historia de manera eficaz, volviéndola ágil. La mezcla del lenguaje cinematográfico y la cámara en mano le dan a la cinta el efecto de que todo el tiempo hay movimiento y por lo mismo se logra hacer ameno y fluido al relato.
El árbol del abuelo, es una cinta que a pesar de proponer poco en el aspecto de la historia, nos invita a reflexionar sobre la importancia que pueden llegar a tener ciertos objetos heredados en la vida de las personas, del valor que tiene la familia y de cómo hay personas que podrían dejar todo por ver feliz a los seres queridos. Invita, en pocas palabras, a hacer una reflexión sobre lo que es importante en cada una de nuestras vidas.
El árbol del abuelo, Icíar Bollaín, España, 2016, 100 min. Con: Anna Castillo, Javier Gutiérrez, Pep Ambrós, et. al.
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