viernes, 6 de enero de 2017

Florence, la mejor peor de todas. La cantante que no cantaba.

Por: Manuel Hernández-Samperio

La historia del arte va de la mano con la de los mecenas, gente poderosa que se dedicaba a financiar el trabajo de algunos artistas para que existiera la producción de música, pintura, escultura, ente otras cosas. No está de más mencionar que en buena cantidad de ocasiones, esos patrocinios iban destinados a controlar lo que se producía o para evitar que algún artista intentara subvertir a los demás, de esta forma, tenemos que en buena medida el arte estaba controlado y determinado por las clases poderosas, ya sea en el gobierno (reyes) o empresarios y comerciantes. Este breviario histórico, nos sirve para ponernos en los zapatos del más reciente personaje de Meryl Streep: Florence.

Florence es mujer que ha dedicado su vida a la música, si bien, sus talentos no son los mejores, la intención por ayudar a la escena artística en Nueva York y por alcanzar sus sueño de ser una cantante de opera la llevarán a hacer todo lo posible por conseguirlo. En el ocaso de su vida y teniendo como cómplice a Clair Bayfield, se propondrá lograr lo que siempre ha querido: cantar ópera.
Con la idea de dar un concierto, encuentran a Cosme McMoon, un pianista que acompañará, más a su pesar que por voluntad, a Florence en la consecución del sueño, las cosas saldrán de las manos de Bayfield, y llegarán a proporciones que no habían imaginado y probablemente no puedan controlar.

La cinta, basada en hechos reales, refleja la vida de Florence Foster Jenkins, encarnada por Meryl Streep, quien realiza una actuación destacable, pues su personaje le exige diferentes matices, yendo desde una mujer que a su edad enfrenta los estragos de una sífilis padecida en la juventud, hasta el éxtasis y la comedia que envuelve el hecho de que su personaje está imposibilitado para cantar de buena forma. Su marido, Clair Bayfield (Hugh Grant) quien tiene una vida secreta, también realiza un papel como el agente que tratará de no romperle los sentimientos.

Aunado a la muy buena interpretación de Streep y de Grant, se suma la de McMoon (Simon Helberg), quien con un personaje afeminado y reprimido (la historia se desarrolla en los años 40 del siglo pasado) quien tiene más dudas que certezas sobre las capacidades de su nueva jefa y quien duda en arriesgar su carrera por acompañarla en el sueño, logra hacer un papel interesante en el que luce con buenos momentos de comedia, y que, alejado del papel que nos tiene acostumbrados en La Teoría del Big Bang, demuestra que puede con retos que le exijan otros caminos.

El guión, que bien plantea los escenarios y las situaciones por las que tendrán que pasar los personajes, se enfrenta con algunos problemas cuando intenta meterse en el plano de la comedia, pues en diferentes ocasiones, son las psicologías de los personajes y algunas de sus actitudes las que provocan la risa del espectador antes que los chistes a los que quiere hacer referencia.

Esta situación trabaja en contra de la trama pues a su vez la va volviendo un tanto predecible, dejándonos ver cómo se resolverá o en su defecto, qué rumbos tomará.

La ambientación, en mitad del siglo pasado, por momentos logra ser óptima, pero hay otros más en donde se revela que el lugar en donde se encuentran es un set de filmación. La fotografía, por su parte, está bien diseñada, aunque tampoco se convierte en un elemento de referencia.


Florence, la mejor peor de todas (por su nombre en español) es una cinta en donde lo más destacable son sin duda, las actuaciones de la tercia principal, con una Meryl Streep , y con un guión que experimentando con la comedia, se decanta por apelar a la parte emotiva del espectador, dándole algunos giros que van en esta dirección, pero que al final no termina de consolidar una sorpresa.

Florence, la mejor peor de todas, Stephen Frears, E.U.A., 2015, 110 min. Con: Meryl Streep, Hugh Grant, Simon Helberg, et. al.

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