Por: Manuel Hernández.
La juventud en México ha sido retratada de diversas maneras, desde los rebeldes años 60 hasta el compromiso social que tenían en películas como Tlatelolco o Güeros, la gama es tan amplia que no sólo se ha enfocado en las consciencias y comportamientos, sino también ha incluido los diferentes estratos sociales: desde los que viven en la calle (De la Calle) hasta un poco más aburguesados (Después de Lucía). El caso de los Herederos tiende hacia estos últimos.
Coyo es un adolescente en pleno despertar sexual que, junto a sus amigos, pasa la vida entre fiestas, alcohol y mujeres. Los juegos van poco a poco subiendo de tono, desde un paseo en patineta hasta los golpes derivados de los celos por una mujer. Poco a poco la violencia se va asomando en cada una de las acciones que realizan. Cuando las bromas en ellos ya no son suficientes las trasladan al resto de la sociedad.
De esta forma, gracias al estrato social al que pertenecen los jóvenes comienzan a sentirse invencibles lo cual los orillará a aventurarse más allá y meterse en problemas mayores, en donde quedará demostrada la impunidad de la que gozan algunas personas y la manera en que el sistema de justicia trabaja para ellos.
La historia, centrada en la clase alta mexicana, nos muestra a unos herederos (quizá de los medios medios de producción o hasta del país, gracias al entorno en que se desenvuelven) que no tienen preocupación alguna, ni por el futuro ni por tener alguna necesidad. En este aspecto, el retrato presentado es muy realista. Más aún con algunas de las acciones que los padres llevan a cabo. Sin embargo, analizando la trama como tal, llevará al espectador a un punto de tensión muy alto y a partir de ahí, comienza un declive en donde se vuelve predecible, para terminar diluyéndose en algo que bien podría ser una anécdota más.
La creación de los personajes es buena, cada uno tiene bien definida la manera en que debe comportarse, aportando esto a que las actuaciones sean buenas, los jóvenes hacen un buen trabajo, sin poder destacar a ninguno de ellos, pero logrando que todos sean creíbles. Los diálogos, en el mismo tono de ser realistas, a veces son un tanto exagerados en el uso de groserías.
El manejo de la cámara es interesante, incluye algunos planos secuencia que si bien, no son de relevancia para la manera en que se cuenta la historia tampoco desagradan a la vista y le dan cierto toque estético. La iluminación va en el mismo tono, tiende a ser realista, por lo cual en ocasiones lejos de crear atmósferas sólo acompaña a la historia, predominan los amarillos y los blancos, similares a la luz cotidiana.
Los Herederos es, en suma una propuesta que en su objetivo de realizar una crítica a la sociedad mexicana, o un estrato de ella, lo consigue, ilustrando de paso otros aspectos sociales, sin embargo, en la búsqueda de cerrar la historia comienza a perderse en su misma provocando cierto tedio.
Los Herederos de Jorge Hernández Aldana, México, 2015, 75 min. Con: Máximo Hollander, Sebastián Aguirre, Úrsula Pruneda, et. Al.
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