domingo, 24 de enero de 2016

Metáforas, surrealismo y experimentación. Lucifer

Por: Manuel Hernández Samperio.

México ha sido o fue catalogado como el país más surrealista en manos (o palabras) de los mismos padres del surrealismo. Gust Van den Berghe, algunos años después se dio cuenta de que México aún guarda muchos rasgos propios de la corriente artística y decidió filmar una película aquí. Para ser exactos en Michoacán, en un pueblo cercano a las ruinas que dejó la erupción del Paricutín hace algunos ayeres. 

En Lucifer, tenemos un verdadero viaje metafórico y, como ya se mencionó, surrealista por un pueblo mexicano, que bien pudo haber sido cualquier pueblo, en donde sobrevuela un halo de misticismo y que genera que una historia como la que se nos cuenta tenga lugar. La historia inicia con un pequeño preámbulo para situar al espectador en el lugar y para irlo introduciendo en este mundo de lo divino, para después dividirse en tres capítulos: Paraíso, Pecado y Milagro. 


La historia la conocemos todos: Lucifer baja (o es expulsado del paraíso quizá), aprovecha las debilidades del ser humano para expandir o demostrar su fuerza y después desaparece dejando en quienes convivieron con él diferentes sensaciones. De esta forma es que, Lucifer, conoce a Lupita, a su hermano y a su nieta y su presencia cambiará algunas cosas en su relación y en la forma en que ven y son vistos por el mundo.  

Estamos ante una película que propone y desarrolla diferentes formas tanto de ver el cine como de pensarlo. Para la presentación del filme se utilizó una técnica llamada Tondoscope, la cual refleja una esfera o círculo en el cual se cuenta la historia. Una técnica con la que el director quiso experimentar. Pero este elemento no para ahí, hay algunos encuadres que explotan de buena forma "el formato" circular y que logran verse muy bien y dar al espectador una perspectiva de las cosas que agrada bastante. 
La presencia surrealista es constante, si bien en los últimos años ha sido confundido con la fantasía y la sin razon, aquí parece en el momento justo, retomando algunos de los elementos que como corriente se proponíanes por esto que el hecho de que un ángel baje ayudado por una escalera se torna una situación normal, o una plática con el mismísimo dios (como un reflejo quizá del inconsciente) pueda ser tomada como parte de la historia sin ningún sobresalto. 

El director no utiliza actores profesionales, salvo uno: Lucifer, interpretado por Gabino Rodríguez, esta situación, podría llegar a ser pesada ya que le restan un poco de verosimilitud, sin embargo, no la suficiente para que la película pierda fuerza. Los movimientos de la cámara son sutiles cuando los hay, sin embargo, a cuadro (o a círculo) se desarrolla buena parte la acción. 
En su totalidad, Lucifer es una propuesta interesante, intensa, que retrata en buena manera las costumbres de los mexicanos, que se acerca a ellos desde un punto de respeto hacia todas las creencias y que más allá de burlarse se apropia de ellas para desarrollar una historia, aprovecha esa afirmación de algunos artistas para incluir estas costumbres o cosmovisiones para hacer un relato que flota entre el realismo y el surrealismo. Con este filme el director belga cierra una trilogía que había comenzado con Baby Little Jesus of Flander y Blue bird, en donde ya había hecho algunos experimentos. 


Un cine lleno de significados y metáforas que no pudo encontrar mejor marco para desarrollar una historia de este tipo. 

Lucifer de Gust Van der Berghe, México-Bélgica, 2015, 110 min. Con Gabino Rodríguez, María Acosta, Jerónimo Soto Bravo.


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