viernes, 12 de octubre de 2018

Nación asesina. Esto ya dejó de ser privado.

Por: Manuel Hernández-Samperio.

Los avances de la tecnología han permitido acelerar la comunicación entre la gente. La aparición de las redes sociodigitales por su parte ha venido a evidenciar (o a justificar) los rasgos de exhibicionismo-vouyerismo que siempre ha acompañado al ser humano pues gracias a ellas podemos ver y ser vistos como queremos o como nos gustaría que nos vieran. Pero con ello ha venido también una invasión a la privacidad de las personas y en el peor de los casos hemos sido testigos de situaciones como los hackeos que han exhibido a artistas o la filtración de información comprometedora para los gobiernos. Nación asesina de Sam Levinson es una pequeña muestra de ello.

En el pequeño poblado de Salem, en Estados Unidos, la sociedad se mantiene conservadora. Es en ella donde Lily (Odessa Young), y su grupo de amigas: Bex (Hari Nef), Sarah (Suki Waterhouse) y Em (Abra) buscan llevar una juventud como lo haría cualquier adolescente etadounidense: alcoholizándose, con una sexualidad bastante abierta, es decir, todo lo contrario a la sociedad que los rodea.

La vida en el lugar comenzará a agitarse cuando los principales personajes del pueblo, el alcalde, el director de la escuela y posteriormente los de una buena parte de la población sean hackeados, esta situación evidenciará que no todos son lo que aparentan ante la sociedad y al mismo tiempo desencadenará cierta paranoia en donde el grupo de amigas tendrá un papel importante.

El filme de Levinson nos presenta una historia que termina por ser una serie de combinaciones que dan como resultado un producto interesante. La primera de ellas son los diferentes géneros cinematográficos de los que se echa mano: drama, thriller, comedia para dar un giro hacia la acción que termina por ser un poco sangrienta. El segundo punto es que nos pone frente a una problemática que se ha convertido en una constante en nuestros tiempos: el sexting y las consecuencias que ésto podría traer a la gente que lo practica, pero al mismo tiempo termina siendo una crítica a la sociedad hipócrita que impera en el país donde se desarrolla la historia, mientras en la vida pública se condenan y juzgan diferentes acciones en lo privado se realizan esas mismas acciones.

Tenemos entonces una serie de situaciones, que en apariencia van apareciendo independientes unas de otras, que hacia el final vendrán a justificarse unas a otras para desembocar en un desenlace en donde poco a poco las cosas se saldrán de control y en donde se irá diluyendo la seriedad con la que se inició el relato, de hecho esta situación de la pérdida de verosimilitud y el tono que se había planteado durante todo el desarrollo de la trama, es el que vendrá a quitarle mucha potencia a la cinta.

En el aspecto técnico tenemos un uso de la cámara que sorprende, pues sabe emplear diferentes elementos que dotan de significados al filme, en especial hay diferentes planos secuencia que están bien orquestados, o una cámara que acompaña a los personajes volviendo al espectador un cómplice o un testigo de cada una de las acciones que ejecutan o en su defecto, a través de movimientos como dolly back se expresan ciertas emociones por las que pasan los personajes.

Por otro lado, tenemos la fotografía en donde cabría mencionar que el trabajo está excelsamente realizado, pues en todo momento se apoya a la creación de atmósferas que terminan por rodear a cada una de las acciones, dándole un mayor significado, creando suspenso, ocultando personajes, etc. En este caso el uso de la iluminación tiene mucho sentido, especialmente en los momentos de mayor crisis por parte de los personajes.

Nación asesina es, como lo mencionamos, una cinta que sabe apuntar a diferentes problemáticas recientes de la sociedad estadounidense, en donde la tecnología ha provocado la pérdida de la privacidad en muchos sentidos, además de la referencia clara a las historias que todos conocemos del lugar en donde se desarrolla (Salem) en donde se quemaron brujas. Aunado a ello sabe señalar a una sociedad que históricamente ha sido muy hipócrita entre lo público y lo privado. Con una cámara que se atreve a experimentar en movimientos y significados y con una fotografía que sabe apoyar a la historia el único problema que enfrenta es su misma trama y es bastante grande, pues hacia el final, a pesar de estar técnicamente bien logrado, todo lo que sucede va más allá de la verosimilitud y rompe con toda la seriedad que se había alcanzado en una primera parte. A pesar del último giro en la historia que provocará la caída de muchas hipótesis, difícilmente logrará superar esa sensación que el giro previo ya ha provocado.

Nación asesina, Sam Levinson, Estados Unidos, 2018, 108 mins. Con: Odessa Young, Hari Nef, Suki Waterhouse, et. al.

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