Vivimos en una época en donde bien podríamos decir que estamos hipervigilados derivado de la paranoia que nos ha causado la inseguridad y violencia ocasionando la instalación y proliferación de las cámaras de seguridad. En un contexto así, sonaría difícil hablar de desapariciones y, sin embargo, siguen siendo el pan nuestro de cada día. De acuerdo con Sin dejar huella de Erick Zonka, en París las cosas pueden no ser tan distintas y nos presenta una historia que parte de este supuesto
Solange (Sandrine Kiberlaine) está preocupada por la desaparición de su hijo a quien no ha visto desde la mañana. A pesar de su insistencia, François (Vincent Cassel), un agente de policía, no termina de creer que un joven haya desaparecido sin dejar ningún rastro. Al mismo tiempo, Yann (Romain Duris)un vecino se ofrece como ayuda para buscar desentrañar el misterio de la desaparición, pues cree conocer al muchacho gracias a las clases que en algún momento le impartió.
Al mismo tiempo, François tendrá que lidiar con un problema de alcoholismo y con que su hijo, al parecer, es cómplice en la venta de estupefacientes en las calles parisinas.
El filme de Zonka es un thriller que parte de la desaparición de un joven para iniciar con una serie de enredos e intrigas en donde las pistas se van generando a cuentagotas derivado de que cada uno de los persoanjes se empeña en no hablar y, cuando lo hacen, lo hacen con testimonios lo suficientemente sólidos como para no dudar de ellos, esta es una de las partes sólidas del guión. Otro de los puntos interesantes en él son los diferentes giros que le va dando a la trama.
Entre los personajes destaca la creación de dos de ellos, el primero es el detective encarnado por Vincent Cassel, el cual transmite la crisis por la que está atravesando a partir de un físico descuidado y de una serie de crisis por la falta de alcohol. El segundo es e de Romain Duris, quien encarna a un escritor frustrado al que le gustaría, en algún momento de su vida, ser reconocido, entre estos dos personajes lograrán mantener la tensión del filme pues en más de una ocasión se dará interacción entre ellos. El resto del reparto realiza un buen trabajo de acuerdo a las exigencias de sus personajes.
El uso de la cámara también es interesante, pues el director nos muestra que sabe emplearlo de acuerdo a las necesidades dela narrativa, usando planos fijos con cortes continuos o planos más largos, con cámara en mano y a través de seguimientos a los personajes. Sin embargo, en el momento de la edición, nos encontramos con algunos errores en la continuidad que saltan a la vista por ser muy evidentes-.
La fotografía es otro elemento que aporta a la misma narrativa y a mantener la atmósfera de suspenso que se ha generado, pues se ilumina con elementos mínimos, derivado de las herramientas que tiene cada uno de los lugares, sin preocuparse que en ocasiones apenas y se alcancen a ver las siluetas.
Sin embargo, en detrimento del filme, podemos señalar que hay algunos momentos en los que da la impresión de que se está viendo un capítulo alargado de las series de detectives que se han popularizado, el cual era un riesgo natural al haber tomado este tipo de arquetipos tanto en la historia como en los personajes. La historia del hijo del detective también por momentos da la impresión de estar de más, pues aporta muy poco a la trama principal.
Sin dejar huella nos presenta una historia con la que es sencillo engancharse y sumergirse en ella. Llevando al espectador por diferentes giros derivados de la competencia que han emprendido dos de los personajes principales y las modificaciones en la trama. Si bien hay ocasiones en las que da la impresión de estar viendo un capítulo de serie de televisión, es a través de algunos elementos técnicos y sobre todo de las actuaciones que se sale de esos pequeños baches.
Sin dejar huella, Reick Zonka, Francia-Bélgica, 2018, 113 mins. Con Vincent Cassel, Romain Duris, Sandrine Kiberlaine, et. al.
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