Por: Manuel Hernández-Samperio.
Un país está plagado de cosmovisiones y costumbres, si bien las ciudades en los años en donde la globalización ha imperado se han convertido en centros cosmopolitas en donde la diversidad es el sello característico, algunos kilómetros alejados de ellas las cosas pueden ser muy diferentes, en el campo estos nuevos modos de vida y de intercambio e interacción sociocultural se dan de manera más lenta y en ocasiones se enfrentan a pensamientos un poco más radicales. En Ruido rural, Lisa Miller nos da una muestra de cómo en territorio alemán pueden convivir diferentes Alemanias.
Toni es una joven que regresa a su pueblo después de haber ido a estudiar a Berlín. Al volver, el proceso de adaptación no le resulta ser tan fácil como ella creía, su nuevo trabajo en el diario local se limita a pedirle que se apegue al periodismo tradicional, sin experimentos y la gente en el pueblo parece no estar tan acostumbrada a las costumbres citadinas que tiene la joven: pintarse el cabello, interactuar con algunos migrantes que han llegado a la iglesia, entre otros.
La presión social comienza a hacerse asfixiante hasta que empieza a interactuar con Rosa, una mujer lesbiana que también ha sido el blanco de diferentes críticas por sus preferencias sexuales, una y la otra se darán apoyo mutuo a pesar de que la gente las seguirá criticando sólo por su forma de actuar.
La cinta de Miller nos hace sumergirnos en una Alemania que pocas veces hemos podido ver en otras propuestas cinematográficas debido a que usualmente las historias se desenvuelven en las grandes urbes o en su defecto, son personajes que viven en la ciudad y visitan el campo, sin embargo, el primer gran acierto de este filme es precisamente el centrarse en un pueblo como fondo de la historia que contarán.
El guión nos propone dos circunstancias, la primera de ellas es el hundirse en el "choque cultural" de dos Alemanias diferentes, una urbanizada en donde las libertades y el intercambio cultural viene a ser diferente con las tradiciones y pensamientos del campo, en donde dicho sea de paso, la iglesia aún tiene cierta injerencia. La segunda de ellas son los cuestionamientos frontales a una sociedad que se niega a aceptar a quien es diferente, señalando y en algunas ocasiones, hasta discriminando.
El estilo de la cinta cuenta con una cámara que siempre está muy cercana a cada uno de los actores, priorizando en muchas ocasiones los diálogos, gestos o reacciones de los personajes sobre los escenarios en donde se desarrolla. Esta situación compromete un poco la labor de cada una de las interpretaciones, las cuales también están bien logradas, mostrando frescura en los personajes que deben tenerla, una buena química entre las dos protagonistas y unos personajes secundarios que complementan bien a los principales para, en conjunto, tener un todo que está cargado con gran verosimilitud.
La música es un elemento que se encuentra bien empleado, aparece en ocasiones en que está justificada, simplemente para acompañar algunas de las acciones a cuadro, pero además de ello, tenemos que es atractiva, en donde no puede negarse, una vez más, cierta influencia de la música de otros países.
Probablemente el único defecto que se le pueda encontrar al filme es que en algunas ocasiones utiliza algunos lugares comunes para hacer avanzar la cinta, sin embargo, es a través de la comedia que puede hacerse a un lado esta observación y seguir manteniendo la atención en la historia.
Ruido rural es una cinta que viene a reflejar en buena forma algunas costumbres probablemente poco imaginadas viniendo de uno de los países más desarrollados a nivel mundial: Alemania. Es una historia en donde se cuestionan costumbres ya establecidas echando mano, cuando es necesario, de una bien empleada comedia y otorgado una serie de buenas actuaciones que le dan verosimilitud al filme. Muy recomendable.
Ruido rural, Lisa Miller, Alemania, 2018, 101 mins. Con: Kathrin Wolf, Nadine Sauter, Heidi Walcher, et. al.
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