Por: Manuel Hernández-Samperio.
Los libros pueden hacer viajar y llevar a mundos insospechados a todo aquel que se asoma entre sus páginas. Esta capacidad de vivir diferentes vidas y aventurarse entre diferentes cosmovisiones puede ser la salida para alguien que encuentra su realidad insoportable, pero también puede ser su perdición pues puede alimentar ese deseo de negación. El buquinista, de Gibrán Bazán es una historia que tiene, entre otras cosas, estos elementos alrededor de sus personajes.
Lucien (JC Montes-Roldán) es un francés que se ha asentado en México en el negocio de los libros de viejo. Su vida transcurre de manera rutinaria entre el abrir la tienda, convivir con su trabajador, atender a cada uno de los clientes y cerrar la tienda, ha dejado que su vida se torne así debido a la ausencia de su esposa, quien ha muerto algunos años atrás; se han sumado a su rutina, los infructuosos intentos de sus amigos por sacarlo de su estado y la soledad parece ser el único lugar conveniente para sentir que está cerca de su fallecida esposa (Sophie Gómez).
La vida, sin embargo, le tiene preparado un giro. Hasta su librería llegará Ellen (Ariana Figueroa) con la propuesta de venderle algunos libros viejos que heredó. Todo parece ser parte del negocio al que ya está acostumbrado hasta que entre los libros recién adquiridos encuentre una hipótesis matemática que podría ayudarlo a recuperar una parte de su vida, al mismo tiempo que profundizará la naciente relación con la joven.
El filme de Bazán es una mezcla de diferentes técnicas narrativas que envuelven una temática pocas veces explorada en el cine mexicano: la ciencia ficción y la fantasía. Así tenemos que empieza por plantear una historia desde una voz en off que se limita a platicar muchas de las cosas que se pueden ver a cuadro, pero cuando parece que toda la cinta llevará ese tono hay un cambio en donde se incluyen diálogos e interacción en los personajes.
La cinta nos muestra a un hombre con poco interés por la vida, a quien le interesa más perderse entre los libros buscando recordar algunos rasgos que lo mantengan cercano a su esposa muerta. Las fantasías y desvaríos parecen mantenerlo "cuerdo" en este mundo y son su motivación para vivir. En este aspecto, la creación de este personaje es interesante, pues siempre le es fiel a los motivos y objetivos que tiene en la vida. En cuanto al resto de los personajes, fueron diseñados para girar en torno al principal y en ese objetivo cumplen con las acciones que les fueron pedidos.
Sin embargo, la cinta cae en diversos obstáculos que le impiden terminar de desarrollarse en buena forma, la primera de ella es que hay momentos en que se cae demasiado en explicaciones y en una voz en off que simplemente legitima lo que ya hemos visto, lo cual va alargando innecesariamente la cinta en detalles que todo el tiempo se antojan como sobrantes y que revelan cierto, esnobismo por el manejo del lenguaje. El otro punto es que hay algunos personajes que pierden verosimilitud derivado del muy breve espacio que tienen en la cinta, un ejemplo de ello es que quien dice ser la mejor amiga del protagonista aparece sólo en un par de escenas.
La fotografía y la ambientación son elementos que están bien diseñados, la primera porque logra en diferentes ocasiones crear una atmósfera que hace referencia a las fantasías que atraviesa el personajes principal, logrando que los ambientes se vean con la intensión de ser oníricos. Por su parte los lugares en donde se desarrolla la historia, son apropiados, sacándole buen provecho a la librería y a la casa del protagonista, pues en todo momento se está rodeado de libros, que son uno de los personajes principales de la trama.
La música es uno de los elementos de los que se abusa, en todo momento se echa mano de ella, llegando a ser molesto el no darle descanso al espectador para digerir lo que sucede a cuadro. Si bien es una buena selección de géneros en donde destaca el jazz y la música de cámara también es cierto que el excesivo uso de la misma termina por aturdir e ir en contra de la misma historia.
El buquinista es una propuesta que arriesga al tratar de retomar algunas situaciones poco exploradas. Sin embargo, cuando se juega al borde se puede caer en diferentes problemas que van en detrimento de la cinta, quizá el más evidente es que se alarga innecesariamente en introducir al personaje y confrontarlo con un conflicto, el segundo de ellos es que la historia en todo momento se siente como un relato aburguesado en donde se trata de hacer notorio el extenso uso del vocabulario con el que cuenta el guionista. Tras estos tropiezos emerge una historia que busca llevar al espectador a un final derivado el mundo que ha desarrollado apoyado por los libros.
El buquinista, Gibrán Bazán, México, 2018, 95 mins. con: J.C. Montes-Roldán, Ariana Figueroa, Amador Torralba, et. al.
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