Por: Manuel Hernández-Samperio.
La historia de España en el último siglo ha sido bastante convulsa, azotados por una Guerra Civil, la imposición de una dictadura, la liberación que vino posterior a la muerte de Franco y la reciente crisis económica cuyas consecuencias siguen enfrentando, son sólo algunos ejemplos de ello. Conocer todos estos sucesos de cerca podría parecer un reto complicado, y más aún de la forma en que lo hace Muchos hijos, un mono y un castillo de Gustavo Salmerón.
Tomando como personaje principal a su madre, quien era una niña durante los años de la guerra civil, es que vamos conociendo diferentes anécdotas sobre la vida de su familia, pero al mismo tiempo (casi sin querer) se va contextualizando con la misma historia reciente del país Ibérico, así encontraremos los momentos y las influencias que tuvo el desarrollo de la sociedad sobre la vida en familia y cómo los diversos acontecimientos recayeron en los integrantes de la familia.
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Gustavo Salmerón encuentra en su madre un personaje muy interesante en donde el buen humor es el principal factor para enganchar al espectador, gracias a sus ocurrencias, a la forma que tiene para contar las cosas y hasta la inocencia con la que enfrenta la vida, se contradice o su sentido común le hace desdecirse de lo que ha dicho. Este personaje es sin duda, quien lleva el gran peso de la trama, a través de quien se va construyendo la historia y sobre quien giran los demás personajes.
La película tuvo un rodaje de 14 años, razón que bien pudo haber complicado el proceso del montaje, sin embargo, el guión está bien estructurado, toma como un hilo conductor la búsqueda y rescate de las vértebras pertenecientes a una de sus antepasados, a partir de ello se va estructurando el resto de situaciones. El mismo montaje dota a la cinta de buen ritmo y de coherencia pues, a pesar de que es evidente que se dan saltos en el tiempo, siempre se respeta la narrativa y el discurso que se va reflejando a lo largo de la trama.
La dirección de la cámara tiene dos características a resaltar, por un lado introduce al espectador en momentos muy íntimos de la familia, en donde a pesar de la presencia de la misma, los personajes se mantiene naturales, ejemplo de ello son los momentos en que la protagonista se prepara a dormir o las decisiones que se tienen que tomar ante una crisis. Por otro lado es el formato de la pantalla en el que se proyecta la cinta, pues a diferencia de la mayoría de las cintas actuales, aquí se utiliza un cuadrad (4:3, una relación más identificada con la televisión análoga) lo cual logra darle dos efectos diferentes, por un lado referencia a las filmaciones caseras de las familias hace veinte o treinta años, y como consecuencia, se refuerza la idea de que se está ante una película que habla sobre la historia y que de alguna manera el personaje es sacado de esa misma historia (lo cual se revela a través de las narraciones ante la cámara).
Muchos hijos, un mono y un castillo es una cinta que engancha al espectador desde los primeros minutos y que lo hace cómplice de en las diferentes situaciones por las que atravesó una familia española durante 14 años. Mención aparte merece el personaje principal, que con gracia y humor se apropia de la cinta que es capaz de compartir sus memorias a través de una narración que divierte pero a la vez va informando los cambios a los que el mismo mundo los ha obligado. Sin duda una buena manera de adentrarse (o acercarse) a la historia reciente de España.
Muchos hijos, un mono y un castillo, Gustavo Salmerón, España, 2017, 88 mins. Con Julia Salmerón, Gustavo Salmerón, et. al.
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