sábado, 25 de noviembre de 2017

Un minuto de gloria. Hipocresía Social.

Por: Masiel Rico Landa.

La honestidad y la honradez son valores que la sociedad exige constantemente y que sin duda permitirían una convivencia pacífica entre las personas. Sin embargo, existen casos donde es la misma presión social la que nos orilla a acciones inapropiadas. Tal es el caso de Tsanko Petrov (Stefan Denolyubov) en la película Un minuto de Gloria, segundo largometraje que realizan en conjunto los directores Kristina Grozeva y Petar Valchanov y que forma parte de la 63 muestra de cine internacional de la Cineteca Nacional.

Tsanko Petrov es un hombre solitario,  de bajos recursos y trabajador de ferrocarriles para el Estado, tras encontrar inesperadamente un montón de dinero en las vías de un tren, decide ser honrado y entregarlo al Ministro de su ciudad, involucrándose así en una serie de actos infortunados que le quitarán la paz de su vida cotidiana y lo guiarán al límite de su tolerancia. Por su parte Julia Staykova (Margita Gosheva) es la publirrelacionista del Ministro, su vida se verá relacionada con la Tsanko debido al pequeño incidente del dinero, sin embargo, es una mujer que ha dejado de lado su vida personal en aras de su profesión, arriesgando su matrimonio al no conseguir un equilibrio real.

La trama de la película nos permite ver muchas variantes de la sociedad búlgara actual, por un lado la
relevancia de las clases sociales que sigue muy marcada entre los búlgaros, queda reflejada en la relación e interacción que tendrán los personajes de Petrov y Julia, en donde se muestran mundos totalmente opuestos, entre la opulencia del poder y la condición de vida de sus trabajadores.

Por otra parte, Julia funge como la representación de las mujeres trabajadoras, no sólo búlgaras, que al perseguir su éxito profesional se ven inmersas en una constante disyuntiva entre su vida laborar y su vida personal. Al mismo tiempo Grozeva y Valchano nos ofrecen una evidente crítica social que expone importantes temas como la corrupción y la influencia mediática a través de una historia aparentemente sencilla pero que refleja sin duda una interesante
reflexión de su sociedad actual y en la cual podrían verse e identificarse más de una sociedad alrededor del mundo. 

En la construcción de esta crítica social, las participaciones actorales se vuelven esenciales para generar un impacto real en el público, tanto Stefan Denolyubov como Margita Gosheva logran una muy buena interpretación de sus papeles. Stefan mantiene el bajo perfil que su personaje demanda hasta el desenlace en el que nos muestra a través de sus expresiones el cambio que ha sufrido tras todas las circunstancias por las que atraviesa, aunado a ello interpreta las dificultades de socialización y habla de Petrov sin problema. Por su parte Margita Gosheva nos ofrece una nueva faceta mostrándonos los dotes que tiene como actriz, adentrándose muy bien en el papel de Julia y mostrando una cara totalmente distinta a la que hemos visto en otras cintas como La lección. Cabe mencionar que ambos actores participaron también en el primer largometraje que dirigieron juntos Kristina Grozeva y Petar Valchanov.

La dirección de fotografía es igualmente un buen elemento de este largometraje ya que juega incluso
con el espacio que se encuentra fuera de cuadro, es decir, le otorga una evidente relevancia a aquello que la audiencia no ve pero incentivando la imaginación mediante los elementos que sí presenta. Esta técnica se vuelve más relevante aún en el punto crítico de la trama que se une al desenlace de la historia y que a pesar de no mostrarse claramente, ya se han otorgado otros datos que guían al espectador al cierre. 
La cinta ofrece un buen manejo de la cámara, se evidencia en escenas como en la que Julia se alcoholiza, principalmente porque los constantes movimientos transmiten el estado etílico del personaje y sus emociones, logrando que de cierta manera, la audiencia se vuelva parte de la acción misma. En otras ocasiones abunda la cámara en mano, lo cual también introduce al espectador en las acciones, dándole cierto sentido de documental, acercándonos más a la historia.

La atención que se otorga a los detalles también sobresale de manera importante pues muestra la plena concentración de los directores al construir la historia y al mismo tiempo permite que la narrativa sea veraz a lo largo de todo el filme. Un claro ejemplo de ello se da al presentar los efectos que sufre Julia con un tratamiento hormonal al que es sometida, creando una atmósfera creíble alrededor del personaje y su historia y propiciando que ésta no sea olvidada a pesar de la presencia de otros temas. Lo mismo sucede con la presentación del reloj, un elemento que se vuelve fundamental en el desarrollo de la historia pero que en el inicio parece sólo parte de la presentación del protagonista, mostrando su verdadera relevancia mucho después.
Finalmente la presencia de la música da un toque peculiar a más de una escena, en algunos momentos es un elemento que acompaña de forma ideal a la acción y que la complementa en la construcción de tensión, mientras en otras ocasiones añade incluso un toque irónico o sarcástico a lo que está sucediendo en pantalla, creando un interesante contraste audiovisual.

Así, en la segunda entrega de la trilogía que planean realizar los directores, se nos ofrece una bien estructurada crítica a la sociedad actual, mostrándonos importantes problemáticas como la corrupción y la injusta repartición de bienes, así como la hipocresía con la que se manejan los valores que sobreviven en un mundo donde Un minuto de gloria también puede llevarnos a la perdición.

Un minuto de gloria, Kristina Grozeva, Petar Valchanov, Bulgaria-Grecia-2016, 101 min. Con: Stefan Denolyuboy, Margita Gosheva, Milko Lazarov.


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