Por: Masiel Rico Landa.
Experimentar nuevas formas de diversión siempre suena interesante
para más de uno, sin embargo no sabes qué puede encontrarse detrás del misterio
de lo nuevo. 60 minutos para morir es un filme estadounidense que nos ofrece
una historia donde una nueva experiencia llevará a sus personajes a un final
inesperado.
Con la finalidad de
festejar el cumpleaños de su novio, Christen (Elizabeth Hower) organiza una
visita a un cuarto de escape, una reciente atracción ilegal que consiste en
resolver algunos acertijos en un tiempo límite de 60 minutos, para poder así
encontrar la salida del lugar, sin embargo su atractivo plan cambia por
completo cuando la finalidad del misterioso juego se convierte en sobrevivir.
Es necesario comenzar
por mencionar la poco innovadora trama de la película ya que cuenta con una
historia similar a otras, como Cube (Vincenzo Natali, 1997), donde
los personajes también se ven forzados a buscar una forma de escape. Lo mismo
sucede con Línea Mortal (Joel Schumacher, 1990) e incluso la famosa película 60
segundos (Dominic Sena, 2000) que a pesar de ser una película de otro género,
el tiempo es crucial para la historia y busca añadir suspenso a toda la acción.
Sin embargo, en el
caso de 60 minutos para morir, la relevancia del tiempo es superada casi en
toda la película por otros elementos (como el de los acertijos que deben
resolver los personajes), es únicamente hacia el desenlace del filme que el
límite del tiempo retoma un poco de fuerza.
En el inicio se hace
un amplio uso de la voz en off que cumple con su propósito de dar información sobre
la trama, pero sobretodo el de imponer un poco de terror psicológico a la
audiencia. Es este último ingrediente el que tiene mayor trascendencia durante
la cinta y que por ende se convierte en su mayor fuerte, mediante la voz en off, en un principio, y posteriormente mediante la música y la persecución,
consiguiendo así generar algo de tensión en el espectador.
Los clichés no podían
quedar fuera de la historia, desde el inicio se adivina fácilmente lo que está
por suceder y los motivos que orillan a cada personaje, sin embargo Will
Wernick logra que el hacernos estas suposiciones sea un buen método para guiarnos
por una historia cuyo fundamento principal no es el que parece.
La fotografía sencilla
de la cinta tiene principalmente la finalidad de guiarnos por la historia y al
mismo tiempo mantiene los tonos fríos y oscuros para construir la atmósfera de
suspenso necesaria, sin embargo no hay un evidente toque personal del director
ni de algún intento de proponer nuevas construcciones visuales para el género del
suspenso.
Por su parte la música
y el diseño sonoro es un elemento crucial para generar tensión en el público, a
pesar de que la relevancia de los 60 minutos es casi nula, el sonido del reloj
en algunas escenas transmite la presión de los personajes y contagia al
espectador, claro ejemplo de ello se refleja en escenas como la muerte de
Anderson (Dan J. Johnson) o de Tyler (Evan Williams).
Finalmente el cierre
retoma un cliché constante del género donde no queda claro del todo lo que está
por suceder al único sobreviviente de la historia, a pesar de ello es sencillo
de imaginar.
Así, el filme de
Wernick hace su intento por retomar uno de los géneros más complejos para
impactar a la audiencia y aunque su trama no es precisamente innovadora,
consigue mantener el interés del público con una cinta que es fácil de digerir
y que logra de vez en vez tener un poco de impacto en el espectador, a pesar de
su narrativa predecible y las actuaciones planas que se presentan en casi toda
la cinta.
60 Minutos para morir, Will Wernick, E.U.A., 2017, 81 min. Con: Evan Williams, Elizabeth Hower, Dan Johnson, et. al.
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