El desarrollo urbano arrastra diferentes problemáticas consigo, uno de ellos son las grandes y graves diferencias sociales cada vez más marcadas que provocan, entre otras cosas, violencia, inseguridad, generando con ello el resentimiento de quienes tienen nada o casi nada hacia quienes lo tienen todo. Estas diferencias percibidas por Marx hace casi 200 años, se siguen repitiendo en las sociedades modernas, basta caminar por las calles de las ciudades para percibirlas, al respecto de esto, aparece Parasites de Chad Ferrin, en donde se va más allá de exponer los resultados de una industrialización y se busca llevar a colación otras temáticas que desarrollaremos a continuación.
Marshal es un estudiante universitario que ha salido con sus amigos a dar una vuelta por los suburbios de la ciudad. Debido a una desviación en el camino el grupo ha perdido la ruta y se encuentra perdido en un lugar en donde los vagabundos abundan y el ambiente al que están acostumbrados no tiene que ver con el lugar al que han llegado. Si esto no fuera suficiente, una de las llantas de la camioneta en donde se transportan sufre una ponchadura y a pesar del miedo que les provoca el lugar deciden bajar a cambiarla.

Podemos decir que la cinta de Ferrin propone mucho más de lo que a simple vista puede verse. Durante la trama veremos al grupo de amigos tratando de ponerse a salvo de la banda de gente de la calle que los persigue, sucede de noche, escenario perfecto para llevar a cabo algún crímen ya que uno puede perderse en la oscuridad, y quizá sería una ventaja el ser un vagabundo, pues posiblemente no se levantarán sospechas.
A esta premisa planteada por el guión se le debe sumar la serie de problemáticas que se reflejan, no se ahonda en ellas, pero al final se hace evidente: la urbanización y el progreso no es igual para todos, incluso en el país que ha vendido un estilo de vida a través de las industrias culturales existen problemas de pobreza. La migración y el fallido sueño americano también aparecen, como una sombra a las acciones del líder representada por dos personajes, uno asiático y un mexicano. Las drogas y las pandillas que se disputan un poco de riqueza o territorios y que suelen estar armados y en conexión con otros delitos como la trata de personas. El desastre que ha significado que los policías maten afroamericanos armados o sin estarlo también tiene un guiño en la cinta.

El manejo de la cámara también es de destacarse, pues saben emplear sus movimientos para el fin de la trama, en su mayoría es cámara en mano persiguiendo o acompañando a los personajes, lo cual pone al espectador como un testigo de lo que está sucediendo. Cuando es necesario darle pausas o calma también lo hace, lo cual deviene en un buen ritmo en al forma de contar la historia.

En general, Parasites es una cinta que desde el inicio mete al espectador en su trama echando mano de elementos que desembocan en una persecusión que sólo tendrá fin cuando un actor externo aparezca en escena. En esta atmósfera que tiende a incomodar por apelar al claustro como herramienta para provocar a la audiencia van apaeciendo elementos que no suelen ser parte de las cintas estadounidenses convencionales, es esta característica de ir planteando problemas paralelos a la historia (sin que se apropien de ella) la que le da mayor fuerza a lo que a simple vista sería una persecución interminable. Al final dejará pensando quiénes son los verdaderos parásitos en esa y otras sociedades.
Parasites, Chad Ferrin, E.U.A., 2016, 81 min. Con: Roberto Miano, Joseph Pilato, Sean Samuel, et. al.
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