viernes, 2 de septiembre de 2016

Mis mejores días. O la pasión intacta del primer amor.

Por: Manuel Hernández-Samperio.

"Hay siempre algo de locura en el amor; pero siempre hay algo de razón en la locura", decía Friederich Nietzsche en Así habló Zaratustra. Mis mejores días de Arnaud Desplechin, es un ejemplo palpable de esta máxima filosófica. Más aún, profundiza en la manera en que "el primer amor" va calando hasta instalarse en algún lugar de quienes lo experimentan para quedarse ahí (si se lo permiten) toda la vida.

Paul Dédalus (Mathiu Amalric), antropólogo de profesión regresa de Tayikistán a Francia porque ha conseguido un empleo dentro de las oficinas de gobierno. Al pasar por migración es detenido, ya que al parecer existe una irregularidad con sus documentos y temen que pueda ser un espía, por lo cual tendrá que ser cuestionado sobre su pasado. Es gracias a este pretexto que conoceremos la vida de Dédalus, desde que era un niño hasta la actualidad.

Su vida es dividida en cuatro capítulos, el primero de ellos planteado en la adolescencia del personaje principal, donde la ausencia casi permanente del los padres es imperante. El segundo, llamado "Rusia", cuenta una visita realizada durante su temprana juventud a Minsk, actual capital de Bielorrusia, pero que en ese momento era parte de la URSS, ahí cumplirá con una misión que pretende salvar judíos. El tercer capítulo, en el cual ahonda la cinta, intitulado Esther, narra el proceso de cómo se convirtió en antropólogo, pero sobre todo, la relación que tuvo con la muchacha de su pueblo llamada Esther. Para finalmente, a manera de Epílogo, llevarnos a su situación "actual".

La cinta avanza de manera lenta en un principio, si bien la parte de la visita a la extinta URSS se cuenta de manera vertiginosa, en donde el suspenso es el principal elemento del que se echa mano, hacia el final de la historia se vuelve casi irrelevante, pues la historia principal se centra en la relación de codependencia, obsesiva y tortuosa que emprende Dédalus con Esther, en donde dicha visita queda reducida a una anécdota, como tantas otras que en su momentos saldrán a flote.

Pasando este pequeño bache en el planteamiento del personaje principal y la historia central, encontraremos que los mejores años de Paul refieren a esa etapa en donde comienza a tener cierta libertad pero también en donde se encuentra con Esther, la mujer que lo marcaría por el resto de su vida y a quien difícilmente habrá de olvidar.

La forma de contarlo es magistral, para esto Arnaud Desplechin, utiliza diferentes recursos tanto técnicos como narrativos. No quiere que seamos testigos anónimos de las acciones, en varias ocasiones nos hace partícipes gracias a que los personajes miran o le hablan a la cámara al leer las cartas que su pareja ha enviado, esto reconoce la presencia del espectador y lo vuelve su confidente. También se emplea un narrador en off que en muchas ocasiones hace avanzar la historia, pero en otras tantas pareciera que está de más, pues sólo se limita a narrar lo mismo que se está viendo a cuadro, lo cual da una sensación repetitiva.

Por otro lado es de resaltarse la fotografía, la cual tendiendo a tonos cálidos, le da a la imagen una textura de viejo, lo cual nos hace pensar que efectivamente, lo que estamos viendo es un recuerdo o una narración del pasado. Esto no sería suficiente sin la ayuda de la ambientación y el vestuario, lo cuales también estan bien logrados, pues son fieles a la época en que se nos ha situado, finales de los 80 y principios de los noventa.

Las actuaciones de los personajes están bien realizadas, en todo momento son creíbles y complementadas con un guión que tiene diálogos verosímiles en la forma de desarrollar las acciones, aunque en algunos momentos se cae en la exageración del uso de un lenguaje rebuscado, lo cual puede llegar a caer mal por tener ciertos aires pretenciososComplementa todo lo anterior la música, diegética en su mayoría, que acompaña en buena forma las acciones y que es reflejo del tiempo en que se desarrolla la historia, a pesar de que se utilizó una buena cantidad de canciones no se nota, lo cual refleja que están al servicio de la historia y no al revés.

Mis mejores días refleja los alcances que puede tener el amor, lo hace de una forma diferente a la que estamos acostumbrados, pues busca adentrarnos de manera inteligente en las psicologías de sus personajes y sobre todo en la naturaleza humana de la cual demuestra que cuando se ama de forma desmedida se puede perder la voluntad, rayando en la locura, porque al final: "de que sirve la amistad si la pasión está intacta".

Mis mejores día, Arnaud Desplechin, Francia, 2015, 124 min. Con: Mathieu Amalric, Lou Roy-Lecollinet, Quentin Dolmaire, et. al. 


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