jueves, 21 de abril de 2016

Relato atroz de la burguesía mexicana. Los Muertos.


Por: Manuel Hernández-Samperio

Dentro de las críticas que solemos escuchar hacia el cine mexicano, particularmente en aquellas películas que especifican sus tramas en alguna clase social, es el hecho de que a las clases bajas se las refleja de manera muy condescendiente, que no existen películas que tengan a la clase media como protagonista y qué decir de las clases altas o dominantes, las cuales también son abordadas en pocas ocasiones y terminan siendo estereotipadas.

El caso de Los Muertos, de Santiago Mohar, es una película que intenta salirse un poco, sólo un poco, de los prejuicios existentes sobre la clase alta para abordar una temática que resulta de actualidad: la violencia. Ignacio, el personajes que se esboza como el protagonista, pasa junto a sus amigos un fin de semana lleno de fiesta, drogas y alcohol, Santiago, su mejor amigo y Elena, su novia lo acompañan.

A lo largo de la cinta nos encontraremos con un grupo de personajes que parecen no tener más camino que la apatía ante una vida que se les presenta con fáciles soluciones a todo y que prefieren vivir sumergidos en los efectos de estupefacientes, rodeados de un ambiente que puede resultar hostil y conviviendo de manera constante y hasta accidental con la muerte.

Nos encontramos ante una película que se plantea hacer una crítica de la clase alta mexicana, la cual, de acuerdo al filme, muchas veces se encuentra más entretenida por lo que harán el fin de semana, a cuántas mujeres conocerán o las borracheras que experimentarán que por lo que sucede a su alrededor. Sin embargo, da la impresión de que se queda corta en esa intención; la trama planteada que comienza con ciertos rasgos de violencia (que es una constante), naufraga después tras unos minutos, sin encontrar algún cabo que la haga regresar a tierra.


A cuadro vemos, durante más de la mitad del filme, al grupo de amigos ingiriendo alcohol y drogas en una espiral que parece no tener fin, las pocas veces en las que se asoma algún suceso que podría darle un giro a la trama para generar expectativa, es fácilmente ignorado tanto por los personajes como por el guión, desembocando en una reunión de amigos que enfrentarán un suceso (que se antoja tardío y al que de nuevo, no se le da gran seguimiento) que, en apariencia, les cambiará la vida.

Aunado a estos rasgos del guión, se presentan una actuaciones un tanto planas, que dificilmente logran conectar con el espectador y en donde los personajes terminan pareciéndose entre sí (planos, sin una evolución, sin algún problema que desencadene momentos de tensión) y con el sonsonete característico que por momentos abruma al espectador.

El diseño del audio tiene sus detalles, es quizá el mayor problema que enfrentan las producciones independientes, pues los niveles del volumen varían constantemente y en algunas escenas las voces están dobladas. Sin embargo, hay que mencionar que el soundtrack es muy interesante, una mezcla entre la música vernácula mexicana (principalmente el mariachi) y algunos géneros modernos (electrónica, entre ellos) que dan como resultado bastante frescura, y que sin embargo, muchas veces chocan con las emociones que transmite la imagen. Hay incluso una participación de la Agrupación Cariño.
La iluminación es otro punto que debe mencionarse, pues muchas de las escenas están muy bien logradas, destacan aquellas que están rodadas en las fiestas, en donde se experimenta con diferentes tonalidades y que le da valor estético a la imagen.

En conclusión, Los Muertos es una película cuya intención por hacer una crítica a una sociedad que se pierde en lo banal debe reconocerse, sin embargo, por los puntos antes mencionados, se queda corta en el objetivo que se persigue. 

Los Muertos de Santiago Mohar, México, 2014, 89 min. Con: Ignaciuo Beteta, jorge Caballero, Santiago Corcuera, Elena Larrea, et. Al.



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