lunes, 21 de marzo de 2016

Un grito contra la guerra, desde la guerra. Mandarinas.

Por: Manuel Hernández.

La caída y posterior separación de la URSS, ha sido un proceso que ha resultado en dolor para quienes lo han experimentado pues ha traído consigo no menos de un conflicto entre las nuevas naciones, muchas veces por cuestiones ideológicas y otras tantas por espacios territoriales estratégicos para el desarrollo económico de sus países. Mandarinas es una película que retoma esta situación situándonos en la región de Abjasia, un lugar en Georgia que desató una guerra civil por sus deseos de separarse de ella.

Ivo es un inmigrante armenio dueño de un huerto de mandarinas en Georgia. Su vida de agricultor se ve alterada cuando estalla una guerra entre chechenos y georgianos, que pelean por la tierra que Ivo, con su comunidad de armenios habitan y cultivan. Ante esta situación la mayoría de su comunidad se decide a emigrar, aunque algunos, Ivo entre ellos, deciden quedarse para terminar con la cosecha de mandarinas.

La escasez de manos y los peligros de la guerra, actuarán en contra de los pocos hombres que quedan en la comunidad, más aún, las cosas darán un giro inesperado cuando a su casa llegarán un checheno y un georgiano que tendrán que aprender a convivir para sobrevivir.  

La historia es una radiografía, bastante realista, de los daños colaterales provocados por las guerras, en este caso en personas que no tienen relación con ella. Muchas de las acciones que suceden a lo largo de la cinta, son en buena medida una crítica a las ideologias y acciones radicales que envuelven a los pueblos oriundos de esa parte del mundo, en donde las diferencias de raza o de religión han llevado a este tipo de situaciones.  

El guión está muy bien diseñado, tiene varios giros dentro de la trama que mantienen al espectador atento a lo que vendrá después. Aunado a eso, se cuenta con una buena creación de los personajes quienes tienen una psicología bien definida y que irán evolucionando de acuerdo a las circunstancias que van viviendo. El sarcasmo es un ingrediente fundamental, el cual le da fuerza al planteamiento, haciendo un poco más llevadero para los personajes el tener que lidiar con un entorno hostil como la guerra.

La tensión dramática se mantiene durante toda la película, gracias a los giros y a las situaciones que acontencen y, previo al final, se da el último de ellos, que demuestra que a pesar de las diferencias que pueden existir entre pueblos, aún existe alguna esperanza de confiar en los demás 

La fotografía si bien no es excepcional, sí ayuda a ir creando las atmósferas necesarias para cada momento, tanto de tensión como de algún cambio en los personajes. La edición es buena y aporta para que el guión y la historia sigan avanzando. El apoyo del que se valieron respecto a la música también es interesante, analizando sólo esta característica nos daremos cuenta de que en la región donde nos sitúan hay realmente una efervescencia cultural y cada uno de los pueblos reconoce diferentes influencias. Las actuaciones son muy buenas, si bien la historia recae en Ivo, un hombre de carácter fuerte, pero bondadoso, sus compañeros hacen un papel que complementa y arropa al personaje.  

Mandarinas es un largometraje que toma a este fruto como pretexto para profundizar en temáticas que suelen herir a la humanidad: nacionalismos, radicalismos y xenofobias, pero lo hace de tal forma que será imposible no salir sacudido de la sala.

Mandarinas de Zaza Urushadze, Estonia-Georgia, 2013, 87 min. Con Lembit Ulfsak, Elmo Nüganen, Giorgi Nakashidze, et. al.




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