martes, 15 de marzo de 2016

De putas y enanos (un esbozo sobre la realidad mexicana). La calle de la amargura.

Por: Manuel Hernández.

La noticia de la muerte de dos luchadores enanos, quienes encarnaban los personajes de Espectrito y La Parkita, que fueron encontrados en un hotel en extrañas circunstancias fue, sin duda, un suceso que impactó, más aún cuando se reveló que las autoras de dicho siniestro habían sido un par de prostitutas que buscaban robarles.

Arturo Ripstein retoma esta historia para realizar su más reciente producción: contar, de acuerdo a su interpretación-imaginación, cómo pudo haber sido ese último día de vida de los luchadores y también el de las mujeres con las que se cruzaron. La historia inicia precisamente el día de lucha por la mañana para irnos desentrañando algunos puntos en la vida tanto de luchadores como de sexoservidoras.

De esta forma, conocemos a las familias y las situaciones de las cuatro historias que se irán enredando hasta encontrarse y llegar al final fatídico que ya todos conocemos.
La película, es de apuntarse, no busca irse por un lado sensacionalista o morboso, incluso no busca señalar culpables dentro de la historia, más allá de eso, bien podría concluirse que cada uno de los personajes es víctima del lugar y el contexto que lo rodea y de las decisiones que va tomando en la vida. Así, se nos presentan a cuatro personajes principales, con personalidades bien definidas: de los dos gemelos uno es agresivo y explosivo, el otro es conciliador; de las prostitutas que ya han envejecido y se niegan a aceptarlo puede decirse que una está resignada a malvivir pero de "buen corazón", mientras la otra está dispuesta a aceptar cualquier humillación por su miedo a la soledad. Personajes, puede decirse muy al estilo de lo que ha sido la cinematografía de Ripstein.

Con dichos personajes da la sensación de que la película puede ser llevada por un buen camino, sin embargo, algo sucede en el camino que el producto final no da esa sensación.

Comencemos por analizar el guión, el cual muy al estilo de Garciadiego, está plagado de frases que dan la impresión de querer acercarse a la poesía más que a la realidad con que se habla. Palabras rebuscadas en boca de personajes que se supone son de un estrato popular, que vive en vecindades del centro de la ciudad y se ha labrado en la calle (no es que nos guste estereotipar, pero hemos caminado por esos lugares y sabemos que la forma de hablar está muy alejada a lo que se muestra en pantalla). Sin embargo, el asunto no queda ahí, además de la incongruencia en las palabras utilizadas pareciera que la guionista se quedó atrapada en otra época, pues las expresiones cliché que utiliza noevocan sino a lugares comunes dehace por lo menos 30 o 40 años: "para que te los sepas", "gordo mantecoso", son algunos ejemplos de esto, pues consideramos que ya nadie habla así, quizá sólo la Chilindrina en las repeticiones del Chavo del ocho).

Yendo más allá del guión, algunos trucos para darle cierta personalidad a los personajes resultan todo lo contrario, uno de ellos es el doblaje utilizado para las voces de los luchadores enanos, algo que difícilmente entenderemos pues en varias escenas es evidente que la voz no concuerda con los movimientos que realizan los personajes. Ripstein se sube a esta tendencia festivalera que ha invadido a los directores mexicanos que buscan ganar premios en el mundo (y que según nosotros empieza a desgastarse) y comienza a realizar tomas más largas, algunas incluso devienen en planos secuencia (algunos bien coreografiados, otros un poco sin justificación) y con una cámara que se mueve muy sutilmente, aspecto nada despreciable para el espectador, sin embargo, problemas en la edición del sonido provocan algunos saltos e incluso por momentos llega a dar la sensación de que la película va perdiendo el ritmo que se planteó en un inicio.

Se ha dicho que el mundo de Ripstein se enfoca en buena medida al surrealismo, sin embargo, las situaciones en las que se plantea la historia reflejan mucho del México actual (sólo podría justificarlo aquella máxima de Bretón que decía que México es el país más surrealista): prostitutas y gente en general en la lucha constante de cómo ganar el pan, de cómo es que el tiempo carcome las voluntades y arrasa con lo atractivo de la juventud, un pueblo alejado de la mano de dios, que sin embargo, acepta la voluntad de ese mismo dios para hacer de su vida algo que pueda ser llevadero. Nada más alejado del surrealismo que proponía Buñuel al criticar a la iglesia. Si algo puede ubicarse dentro de esta corriente artística son algunos saltos que da la cinta aprovechando la capacidad de ubicuidad que tienen sus personajes, pues están en la arena, después en su casa para llegar a casa de su compañera en un santiamén. También al ver la historia, da la impresión de que el día tiene muchas más de 24 horas y los diálogos en algún momento hacen pensar que no todo sucedió en un solo día, aunque tampoco se deja claro en lo visual.

La fotografía es muy buena, la historia está filmada en blanco y negro, lo cual podría hacerla un poco más difícil de lograr, sin embargo, ésta tiene buenos elementos que ayudan a crear una atmósfera para la historia y para reflejar el sentir de cada uno de los personajes.

La calle de la amargura es un filme que refleja de buena manera las costumbres y sobre todo las problemáticas de un México moderno, que logra crear cierta empatía con las asesinas, en buena medida por la identificación que se puede sentir con ellas y por la forma en que son presentadas, más allá de ser las victimarias, entendemos que tanto ellas como muchos de nosotros somos simples víctimas de un contexto que nos ahoga, que nos sume en miserias y que nos obliga a buscar salidas que podrían parecer inverosímiles.

La calle de la amargura de Arturo Ripstein, México-España, 2015, 99 min.


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