Por: Manuel Hernández-Samperio.
La tauromaquia, con todo y las corrientes de detractores que
tiene una actividad de tradición histórica. Si bien su época de oro ha quedado
muy atrás, también es sabido que en otros tiempos arrojó ídolos que solían estar
en boca de todos y tener relación con diferentes personajes famosos. El caso de
Rodolfo Rodríguez “El Pana” es bastante peculiar, y en El brujo de Apizaco se
nos da la oportunidad de conocer su historia.
La cinta, dirigida por Rodrigo Lebrija nos muestra a Rodolfo
Rodríguez en diferentes facetas de sus últimos años de vida. En ello reflexiona
sobre lo que ha sido su vida, cómo fue forjar un personaje como El Pana y
seguirlo por diferentes momentos tanto en su alcoholismo como en la obtención
de diferentes objetivos en el mundo taurino.
Echando mano de diferentes entrevistas, la mayoría de ellas
con El Pana, vamos conociendo detalles que rodearon a la figura del también conocido
como El último de los románticos, mismos que a la vez fueron construyendo el
mito a su alrededor. Una de las características que tiene este trabajo
cinematográfico es que logra, en buena forma, centrarse en desentrañar la
personalidad y forma de vida del protagonista y no precisamente centrarse en la
historia como torero (la cual por obvias razones es más conocida), dando como
resultado, la “humanización” de este ente que rozó en diferentes ocasiones los
terrenos de la muerte.
Cabe comentar que en diversas ocasiones se evidencia que la
producción es independiente, especialmente en el aspecto visual, sin embargo, esos pequeños detalles quedan de lado cuando
se va desarrollando la historia, lo cual significa la carne o sustancia del
mismo.
La cinta tiene algunos detalles en el montaje, determinados
en buena medida por los problemas que enfrentaba el mismo protagonista, como
consecuencia tenemos entrevistas o momentos en donde se encuentra en rehabilitación,
con momentos en donde ya se encuentra rehabilitado y en los cuales también se
nota en forma muy marcada el paso del tiempo que evidencia los siete años que
tardó el director en completar su información.
En contraste, la edición está bien realizada, pues alcanza
un ritmo que convierte la historia en amena
y mantiene la atención y el interés
del espectador en todo momento. Se suma a ello la investigación paralela que se
realizó y la inclusión de diversos materiales que ayudan a apoyar lo que se
menciona: hemerográfico, radiofónico, televisivo o incluso los videos de los
que pudo disponer el director.
Otro de los detalles a mencionar es el hecho de que en
algunos momentos la información se vuelve un poco repetitiva, ya que las
declaraciones, aunque en diferentes momentos, son muy parecidas en diversas
ocasiones, aunque en defensa del filme, el director entiende y sabe cuándo ir
cambiando los mismo, e incluso asomarse hacia el final de la cinta.
En resumen, El brujo de Apizaco es una propuesta interesante
pues rescata la vida de un hombre
catalogado como un fenómeno, lunático, genio
pero a la vez tiene el gran acierto de mostrarnos su lado más humano, aquel en
donde los instintos “más bajos” y circunstancias demuestran que a pesar de la
fama y admiración de la gente, El Pana era una persona común y corriente. La
presentación de la historia es la que retoma mayor peso sobre los pequeños
defectos técnicos que pueda tener.
El brujo de Apizaco, Rodrigo Lebrija, México, 2017, 90 min. Con: Rodolfo Rodríguez El Pana.
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