sábado, 4 de noviembre de 2017

El brujo de Apizaco. Genio y figura...

Por: Manuel Hernández-Samperio.

La tauromaquia, con todo y las corrientes de detractores que tiene una actividad de tradición histórica. Si bien su época de oro ha quedado muy atrás, también es sabido que en otros tiempos arrojó ídolos que solían estar en boca de todos y tener relación con diferentes personajes famosos. El caso de Rodolfo Rodríguez “El Pana” es bastante peculiar, y en El brujo de Apizaco se nos da la oportunidad de conocer su historia.

La cinta, dirigida por Rodrigo Lebrija nos muestra a Rodolfo Rodríguez en diferentes facetas de sus últimos años de vida. En ello reflexiona sobre lo que ha sido su vida, cómo fue forjar un personaje como El Pana y seguirlo por diferentes momentos tanto en su alcoholismo como en la obtención de diferentes objetivos en el mundo taurino.

Echando mano de diferentes entrevistas, la mayoría de ellas con El Pana, vamos conociendo detalles que rodearon a la figura del también conocido como El último de los románticos, mismos que a la vez fueron construyendo el mito a su alrededor. Una de las características que tiene este trabajo cinematográfico es que logra, en buena forma, centrarse en desentrañar la personalidad y forma de vida del protagonista y no precisamente centrarse en la historia como torero (la cual por obvias razones es más conocida), dando como resultado, la “humanización” de este ente que rozó en diferentes ocasiones los terrenos de la muerte.


Cabe comentar que en diversas ocasiones se evidencia que la producción es independiente, especialmente en el aspecto visual, sin embargo,  esos pequeños detalles quedan de lado cuando se va desarrollando la historia, lo cual significa la carne o sustancia del mismo.

La cinta tiene algunos detalles en el montaje, determinados en buena medida por los problemas que enfrentaba el mismo protagonista, como consecuencia tenemos entrevistas o momentos en donde se encuentra en rehabilitación, con momentos en donde ya se encuentra rehabilitado y en los cuales también se nota en forma muy marcada el paso del tiempo que evidencia los siete años que tardó el director en completar su información.

En contraste, la edición está bien realizada, pues alcanza un ritmo que convierte la historia en amena

y mantiene la atención y el interés del espectador en todo momento. Se suma a ello la investigación paralela que se realizó y la inclusión de diversos materiales que ayudan a apoyar lo que se menciona: hemerográfico, radiofónico, televisivo o incluso los videos de los que pudo disponer el director.

Otro de los detalles a mencionar es el hecho de que en algunos momentos la información se vuelve un poco repetitiva, ya que las declaraciones, aunque en diferentes momentos, son muy parecidas en diversas ocasiones, aunque en defensa del filme, el director entiende y sabe cuándo ir cambiando los mismo, e incluso asomarse hacia el final de la cinta.



En resumen, El brujo de Apizaco es una propuesta interesante pues rescata la vida de un hombre
catalogado como un fenómeno, lunático, genio pero a la vez tiene el gran acierto de mostrarnos su lado más humano, aquel en donde los instintos “más bajos” y circunstancias demuestran que a pesar de la fama y admiración de la gente, El Pana era una persona común y corriente. La presentación de la historia es la que retoma mayor peso sobre los pequeños defectos técnicos que pueda tener.

El brujo de Apizaco, Rodrigo Lebrija, México, 2017, 90 min. Con: Rodolfo Rodríguez El Pana.


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