Por: Manuel Hernández-Samperio.
La Segunda Guerra Mundial sigue entregándonos tantas historias como puntos de vista de los sobrevivientes hubo. En el caso de Un saco de canicas se retoma el punto de vista infantil, en una narración de primera mano, pues la historia está basada en hechos reales, adaptados del libro homónimo de Joseph Joffo.
Durante la invasión nazi en Francia Joseph y Maurice, un par de hermanos judíos son separados de sus padres y del resto de su familia a quienes han prometido volver a encontrarse en algún lugar de Europa. Después de una larga travesía lograrán llegar a una ciudad costera, en donde las circunstancias los obligarán a separarse de nuevo.
Su
niñez estará marcada por la esperanza de que la guerra termine, al
tiempo de tener que cuidarse de ser descubiertos en un ambiente en donde,
como sabemos, los judíos eran perseguidos y aniquilados.
La adaptación de Christian Duguay,
retrata el viaje cuasi interminable de la familia que
busca, a toda
costa, mantenerse viva y que dadas las circunstancias no escatimará en
emplear tantos recursos como sean necesarios para no ser descubiertos.
La cinta llevará al espectador no sólo por un viaje a lo largo de la
campiña francesa, sino también por una gran gama de obstáculos.
La aparición de diferentes problemas a enfrentar por parte de la pareja de hermanos se vuelve tan común que lo que podría desembocar en un buen thriller se hace un collage del cual siempre logran salir avantes.
A este pequeño problema, se le suman diferentes aspectos narrativos que
terminan por quitarle fuerza a la trama: el primero de ellos es el
exceso en el uso de la música en los momentos de mayor tensión, pues contrario a lo que se busca, la repetición incesante logra un efecto un tanto distinto, la segunda de ella está en el manejo de la cámara
que el cual refleja ciertos problemas
con el manejo del ritmo, pues en
la gran parte del filme se tienen demasiados cortes, quitándole poder a
lo momentos de mayor fuerza dramática, haciendo que los mismos pasen tan rápido que le es imposible al espectador engancharse con un momento de suspenso o de tristeza como el que experimentan los personajes.
En cuestión de personajes, los principales están bien armados, los dos principales (Joseph y Maurice) tienen bien definidas sus características, el mayor en un papel de protector y el menor, valiente pero limitado por su edad o tamaño, estas dos psicologías los vuelven entrañables y con facilidad para que el espectador desarrolle cierta afinidad con ellos, a pesar de que el lenguaje audiovisual por momentos impide que se experimente a plenitud las sensaciones que los aquejan.
A
ello se le suma la buena ambientación lograda, tanto en las locaciones
como en los vestuarios. Se le sabe sacar el mayor provecho a los
diferentes lugares que guardan gran similitud con la época en la que
sucedió la historia.
Un
saco de canicas es una cinta que retrata, desde el punto de vista
infantil una
pequeña parte de lo que sucedió durante la guerra. Si bien
se busca reflejar parte de los horrores que la misma significó para lo niños al ver destruidas sus familias también es necesario apuntar se queda corta en varios sentidos: se aleja de la violencia que podrían significar las ocupaciones militares, mientras que por otro lado la velocidad en el ritmo de la trama impide crear momentos de mayor suspenso, los cuales eran bastante viables
dadas las situaciones que se presentan. A favor se puede decir que se
alejan del lugar común de presentar los campos de concentración y se
enfoca mucho más en la alteración de la vida cotidiana que significó
para los habitantes dicha ocupación. Es una cinta que con todo y sus altibajos demuestra que el amor y la esperanza son capaces de guiar a la gente hacia un nuevo comienzo en sus situaciones.
Un saco de canicas, Christian Duguay, Francia-Canadá-República Checa, 2017, 110 min. Con: Dorian LeClech, Batyste Fleurial, Patrick Bruel, et al.
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