sábado, 21 de mayo de 2016

La conspiración del silencio, la conspiración del cine de los judíos.

Por: Omar Ortiz Cobos

La II Guerra Mundial marcó un antes y un después en toda la historia de la humanidad. Se reconfiguró el mapa en Europa y Asia, por lo que hubo una reestructuración geopolítica: Francia dejó de ser el ejemplo de modernidad y Estados Unidos se convirtió en potencia económica a nivel mundial. Sin embargo, la II Guerra Mundial dejó huellas mucho más importantes a nivel social; para quienes la vieron y vivieron en carne propia tuvo que haber sido, sin lugar a dudas, una experiencia terrible; ni la mejor película de terror se le podría igualar.

Dicen que el cine es un reflejo de la sociedad que lo desarrolla, en el están su idiosincrasia y sus perspectivas propia, sus sueños y sus anhelos, pero sobre todo, sus miedos y angustias. En la historia del cine, el expresionismo alemán surgió como consecuencia de la I Guerra Mundial; en él se dejaba ver cierto miedo por las grandes figuras de autoridad maquilladas por su realidad además de grandes sombras y mucha oscuridad; es decir, el impacto de las pésimas decisiones políticas del gobierno así como de una gran incertidumbre ante una fuerte recesión económica y laboral.

Los retratos del cine no fueron inmunes a la II Guerra Mundial. El cine alemán se ha caracterizado, desde entonces, por una fuerte producción de cortos, medios y largometrajes documentales y de ficción sobre aquella época. El cine mundial, histórica e irónicamente, ha sido controlado por comunidades judías que han visto en él, y con gran acierto, un medio de expresión, sensibilización y concientización sobre lo que les ha acontecido durante toda la historia, sobre todo, durante la II Guerra Mundial.

Del ahora, también, llamado Cine Nazi o Cine de Judíos existen ejemplos por montones, cabe destacar cintas como El gran dictador (1940) de Charles Chaplin, El rostro del Führer (1942) con el Pato Donald, El diario de Ana Frank (1959), El último metro (1980) de François Truffaut con Catherine Deneuve y Gerard Depardieu, La lista de Schindler (1993) de Steven Spielberg, La vida es bella (1997) de Roberto Benigni, El Pianista (2002) de Roman Polanski, El niño con el pijama de rayas (2008), Bastados sin gloria (2009) de Quentin Tarantino; y, por si fuera poco, este fin de semana estrena La conspiración del silencio (2014).

La conspiración del silencio
Basada en hechos reales, La conspiración del silencio de Giulio Ricciarelli relata la historia de Johann Radmann (Alexander Fehling), joven fiscal que está en la búsqueda de casos mucho más importantes que las simples multas de tránsito a las que fue encomendado; es así como en 1958 se entera que antiguos saldados Nazis ahora ocupan importantes cargos de gobierno sin haber pagado por los crímenes que habían cometido durante el holocausto, dando origen a los Juicios de Frankfurt (1963-1965).

En realidad, esta no es la primera vez que se habla sobre la idea de juzgar y, sobre todo, condenar a los responsables de las muertes del genocidio judío. En 1961, en plena Guerra Fría, Estados Unidos produjo El Juicio de Núremberg, película multinominada en las categorías más importantes del Óscar y basada en la historia real de uno de los trece Juicios de Núremberg (1945-1946), el Juicio de los Cuatro Jueces, acusados de aplicar las Leyes Hitlerianas referentes a la Pureza de la Raza. Mucho tiempo después, durante el 2008, El lector de Stephen Daldry volvió a tocar el tema en una ficción a su más puro estilo melancólico, donde se presenta el caso de Hanna Schmitz (Kate Winslet), quien es juzgada por la muerte de 300 mujeres judías. Esta cinta le valió Kate Winslet su primer Óscar y su primer Globo de Oro tras seis nominaciones respectivamente; además la cinta también estuvo nominada en dichas premiaciones por Mejor Película, Dirección y Guión adaptado.
La conspiración del silencio
Bajo estas circunstancias es imposible no comparar El Juicio de Núremberg y El lector contra La conspiración del silencio, donde desafortunadamente, ésta última sale perdiendo ya que trata sobre una historia netamente apegada a los hechos reales por lo que excluye todas aquellas libertades de integrar ciertos aspectos que conecten emotivamente con los personajes. Aunque, si se mira como material didáctico para una clase de historia, La conspiración del silencio podría funcionar bien para introducir el tema de los Juicios de Frankfurt; habría que dejarlo a opinión de un especialista en la materia…

Fuera de ese importantísimo traspié, La conspiración del silencio destaca, en primera instancia, por la velocidad de su narrativa planteada con toda seguridad desde el guión y reforzada en la edición; la película va tan rápido que a ratos es imposible digerir lo que se está planteando, se pasa de una escena a otra estructurando secuencias sumamente rápido. Esto hace de ella una cinta dinámica, sin duda, no es lo que aburrirá al espectador.
¿Quiénes son los sospechosos?, le pregunta su asistente. ¡Todos!, le contesta el fiscal
Después, cabe destacar el impecable trabajo visual de la dupla Martin Langer-Roman Osin; al primero es posible ubicarlo gracias a su colaboración en La Princesa Massai (2005) y Los últimos días (2005), mientras que al segundo lo recordamos por participar en Orgullo y Prejuicio (2005) y El mundo mágico de Magorium (2007); a decir verdad La conspiración del silencio parece una película más de Roman Osin que de Martin Langer, no es necesario ser un gran conocedor para notar el preciosismo de las imágenes, al más puro estilo de Orgullo y Prejuicio.

En fin, en aspectos técnicos La conspiración del silencio, irónicamente, habla por sí sola; desafortunadamente no lo es todo, tal vez ni si quiera es lo más importante de una 
película que pretenda ser recordada o enmarcada en la lista de películas destacadas del Cine Nazi o Cine de Judíos.

La conspiración del silencio de Giulio Ricciarelli, Alemania, 2014, 124 min. Con: Alexander fehling, Friederike Brecht, Hansi Jochmann, et. al. 



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