lunes, 10 de agosto de 2015

El principe del barrio

Por: Manuel Hernández-Samperio.

La vida en el barrio, en México y en cualquier país, es difícil. Usualmente existen luchas de poder entre pandillas y a nivel individual por demostrar quién es mejor o en el último de los casos para evitar se la víctima de los más fuertes; en este aspecto tenemos un ejemplo indudable en la película Príncipe (Prins, 2015), el primer largometraje del cineasta nacido en Amsterdam, Sam de Jong.

Exhibido en el pasado festival de cine de Berlín, el filme nos presenta a cuatro adolescentes cuyas vidas comienzan a enfrentarse, en un verano,  a una realidad que parece expandirse a lo largo del mundo: el ocio, la violencia y las drogas.

Las cosas empiezan a complicarse cuando Ayoub, hijo de un yonqui y de una mujer en eterna búsqueda del amor, se enamora de Laura, la amiga de su hermana y novia del líder de una “banda” de jóvenes mayores a él que usa la violencia para mantener su hegemonía, sobre Ayoub y sus amigos. El deseo por estar con ella, lo llevarán a tomar algunas decisiones y en el camino, las circunstancias los llevarán a convertirse una especie de “príncipe” del barrio.

En una película en donde destaca en buena medida el concepto musical cuya creación pertenece en su mayoría a la banda igualmente holandesa Palmbomen, de la cual habría que decir, en ocasiones es utilizada como leit motiv para acompañar las reacciones y sentimientos de los personajes, pero en otras tantas ayudan en buena medida a la creación de las atmósferas para reforzar ciertos momentos de intensidad en la trama, funciona, incluso, como un buen acompañante en un viaje provocado por estupefacientes.


En este punto aparece la iluminación, que más allá de buscar resaltar como parte estética entiende su función como herramienta acompañante en la creación de dichas sensaciones en el espectador apoyando a la música en los momentos cruciales de la trama para crear con ella un ente estético o conceptual.

Mención aparte merece la connotación que se le da a la lluvia, pues acompaña en la contextualización de las decisiones que toma el protagonista y las consecuencias que llevan, cada vez que aparece algo se mueve dentro del personaje.

Las actuaciones son destacables, en especial la del protagonista, aunque todas se empalman bien en la historia; se acompaña por una cámara por momentos propositiva en cuestiones de la experimentación con encuadres y con recursos que juegan con el tiempo, la acción y el sonido. 

Príncipe es una cinta que en su historia, aún cuando algunas aventuras parecieran inverosímiles, retrata muchas de las dudas y problemas que enfrentan los jóvenes en el mundo, desde los asuntos de la popularidad hasta el despertar sexual y lo hace de manera divertida.



Prins de Sam de Jong, Alemania, 2015, con Ayoub Elasri, Jorik Scholten, Achraf Meziani, Oussama Addi, et. al., 78 min.

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