
Por: Manuel Hernández-Samperio.
Como mexicanos ¿vivimos tan inmersos en la violencia que ya resulta imposible desprenderse de ella? ¿Debe estar presente, aunque sea de manera sugerida, en las expresiones artísticas para poder sentir que se hizo en México? El vigilante de Diego Ros, no es una cinta violenta y sin embargo está siempre latente, a veces motivando las acciones otras tantas como consecuencia de ella. Pero limitar el análisis de la película a sólo este tema sería recortarle otras características que se encuentran bien logradas.
Salvador (Leonardo Alonso) trabaja como vigilante en una construcción a las afueras de la Ciudad de México. Este 15 de septiembre se antoja diferente, pues será la noche en que su esposa dé a luz a su hija. Fiel a la rutina ha llegado a su trabajo encontrándose con la noticia de que la policía investiga el caso de una camioneta que ha sido abandonada a escasos metros de la construcción en donde han encontrado el cadáver de un bebé. Su compañero del turno nocturno es testigo de quienes abandonaron la camioneta, pero se reusa a hablar.

Esta cinta nos presenta un trabajo que va atando cabos poco a poco, dando en su resultado final, la sensación de ser redonda tanto en lo que propone como en las situaciones por las que atraviesa cada uno de los personajes.
La trama tiene algunos problemas para arrancar; en un principio da la apariencia de que seguirá el prototipo de los protagonistas de cintas festivaleras que ha generado el cine mexicano en los últimos años: personajes solitarios con problemas para relacionarse y con el silencio y la soledad como incansables compañeros, sin embargo, conforme la historia avanza vemos que no es así, y ese planteamiento lento del principio va quedando disipado mientras el suspenso se va apoderando de la cinta.

Ya se ha mencionado que se filmó a las afueras de la Ciudad de México, en la cinta esta peculiaridad sabe explotarse pues en diversas ocasiones es utilizada como fondo de algunas escenas, lo cual nos deja ver un paisaje lleno de luces. Aunado a esto, la fotografía echa mano de una iluminación mínima, lo cual no sólo le da una mayor verosimilitud sino que además ayuda a la creación de la atmósfera para ir generando el suspenso, haciendo recordar corrientes artísticas en donde la iluminación y sobre todo las sombras tienen un papel fundamental (entiéndase expresionismo alemán o el cine negro).
A estos ambientes se le suma un buen uso de la música, el cual es mínimo, pero se utiliza en momentos muy específicos en donde persigue dos fines, el primero es consolidad la atmósfera de suspenso ya propuesta con imágenes y la iluminación, mientras que por otro lado busca (y logra) incomodar al espectador.

El vigilante es una cinta que tiene diferentes elementos que en conjunto desembocan en un trabajo que mantendrá al espectador atento de la forma en que Salvador intentará deshacerse de sus problemas. Si bien nos cuenta una historia con poco personajes que raya en lo sencillo, es la construcción de los personajes y las situaciones por las que atraviesan la que le va añadiendo complejidad, aprovechando que el suspenso se encuentra en la mente de cada uno de sus espectadores.
El vigilante, Diego Ros, México, 2016, 76 min. Con: Leonardo Alonso, Ari Gallegos, Noé Hernández, et. al.